La Voz de Galicia
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Los numerales ordinales, que indican el lugar que ocupa un elemento en una serie ordenada, van perdiendo uso en el lenguaje corriente. Tienden a ser sustituidos por cardinales, aunque, si el cambio se hace mal, el resultado puede ser tan disonante como «el cien gran premio de Martínez de la Rosa», del que oímos hablar hace unos días en televisión. Habría sido más sencillo decir «el centésimo premio» o «el premio número cien».
Los mayores obstáculos para el empleo de los ordinales son la ignorancia —mayor cuanto más elevado sea el número— y la complejidad de la expresión de muchos de ellos. Este año se ha celebrado el octingentésimo aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa y también se cumple el dosmilésimo quingentésimo segundo de la de Maratón. Es evidente que en casos así es más sencillo emplear ordinales: el 800 aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa y el 2.502 de la de Maratón.
Pero en lo escrito hay una forma simple de expresar esos ordinales. Se trata de sus abreviaturas, que se forman mediante los números arábigos seguidos de la última letra del ordinal, una a si es femenino (34.ª edición) o una o si es masculino (800.º aniversario), salvo en los casos que lleven las formas apocopadas primer y tercer, en que se emplean las letras er (3.er). Estas letras son de un tamaño menor que el del resto del texto y se alinean con la parte alta del renglón, por lo que se llaman voladas. Como son abreviaturas, entre el último dígito y la letra o letras voladas debe ponerse punto abreviativo (500.º).
Uno de los errores más frecuentes en que se incurre al emplear ordinales es confundirlos con partitivos o fraccionarios (onceavo por undécimo, doceavo por duodécimo, etcétera). Ello se debe a que en muchos casos son homógrafos. Así, milésimo es tanto lo que sigue inmediatamente en orden al noningentésimo nonagésimo nono (999.º, 1.ooo.º) como cada una de las mil partes iguales en que se divide un todo (1/1000).