La Voz de Galicia
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En Argentina se emplea el sustantivo furcio, un galicismo por aquí desconocido. No se trata del masculino de furcia, sino de un nombre usado sobre todo en los ambientes del teatro y de los medios de comunicación para designar un error al hablar, un gazapo, gazapatón o gazafatón, un yerro, un lapsus linguae, sobre todo si se trastocan sonidos (loro por coro, Diccionario pánico de dudas por Diccionario panhispánico de dudas).
El caso es que hay quien ha querido ver un furcio en una reciente intervención pública de la presidenta de la República, que utilizó la expresión soberanía hidrocarburífera al justificar la expropiación de las acciones de Repsol en YPF. El furcio no está en usar hidrocarburífera por petrolífera, pues el primer adjetivo, desconocido a este lado del Atlántico, es usual allá y está bien formado con la base hidrocarbur- y el elemento compositivo -fero, que significa ‘que lleva, produce o contiene’, como oleífero (que contiene aceite) o coralífero (que tiene corales). El yacimiento de Vaca Muerta, que parece estar en el trasfondo del conflicto con Repsol, es hidrocarburífero, con un sentido más amplio que petrolífero, pues contiene gas natural además de petróleo.
Sin embargo, ni hidrocarburífero ni petrolífero son adjetivos apropiados para soberanía, pues esta no contiene ni produce hidrocarburos. La soberanía en esa materia es la soberanía petrolera (hidrocarburera no tiene prácticamente uso), la que ejerce un país sobre sus recursos petroleros. Ahí está el presunto y leve error de la presidenta, que a la mayoría le pasará inadvertido.
Más famoso en aquel país es el furcio que cometió la misma persona ante una audiencia de científicos, a los que dejó sobrecogidos cuando recordó sus problemas durante la etapa escolar con las clases de química: «Nunca pude aprenderme mucho más allá del hache dos cero del agua, nunca pude pasar de eso».
Efectivamente, tenía problemas con la química.