La Voz de Galicia
Políticamente, solo se puede ganar o morir
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Tiene razón Alberto Núñez Feijoo. La TVG sí puede adaptar su horario y programación para acoger los tres debates que propone. Y sin variar la fecha designada originalmente, el viernes 20, pasado mañana. ¿Cómo? Pues haciendo un hueco a los candidatos de los tres grandes partidos gallegos en la escaleta del programa líder de la televisión en Galicia, el eterno, incombustible y entrañable Luar.

Evidentemente, el moderador sería el siempre elegante Gayoso, con el micrófono bien pegado al mentón. Hasta ahí no hay discusión posible. Después habría que pensar en como encajar a Feijoo, Touriño y Quintana en el espíritu del programa. Si se introduce sin más un debate clásico cientos de miles de gallegos sufrirían una gran decepción (También la sufrirían si se mantuviese el plan original: emitir el cara a cara a la hora en que comenzaba la fiesta en el plató 1.000).

Toca innovar. Y comenzar con un duelo dialéctico a lo tradicional, una competición de regueifas. Los tres primeros espadas de la arena política galaica disputarían cantando. Cara a cara y a tres bandas. Con palabras gruesas (Feijoo-Quintana y Feijoo-Touriño) o cariñosas (Touriño-Quintana) para que todos queden contentos. En media hora habríamos resuelto el único asunto que aviva esta anodina y aburridísima campaña electoral.

Para aprovechar la oportunidad se celebrarían más pruebas. Una de ellas sería un concurso de chistes. Los candidatos serían guiados por los Tonechos, que se arrejuntarían para la ocasión. Otra podría ser un concurso de baile. Bajo la dirección de Boney M ejecutarían diversos pasos y coreografías. Para terminar, y para mostrar a los gallegos que en política es posible llevarse bien, cantarían todos a coro el Apaga o candil.

Evidentemente, lo que acabo de escribir es pura fantasía. Pero yo también pensaba que sería imposible, en pleno siglo XXI, tras más de treinta años de democracia, negarle a los electores uno de los pocos espacios que permiten comprobar si los candidatos valen la pena cuando no se ocultan bajo cuarenta capas de propaganda.