La Voz de Galicia
Políticamente, solo se puede ganar o morir
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A pesar de sus declaraciones, Eduardo Zaplana no ha querido ser diputado raso después de haber sido portavoz. Su pase a la reserva parecía obligado.

Zaplana acuñó una época en el Congreso. Aunque es un hombre con muchas facetas, capaz de llegar a grandes acuerdos, su rostro bronceado estará por siempre identificado con una forma de hacer oposición basada en la crispación y en la sospecha por defecto (memorable el ya famoso «alomojó» que se inventaron los guiñoles). Por otro lado, la coyuntura interna del PP no le favorece.

En Génova manda mucho ahora su encarnizado rival, el presidente de la Generalitat valenciana Francisco Camps.
Zaplana ejercerá ahora como delegado de Telefónica en Europa. En ese rol, supongo que dirigirá los equipos de «lobistas» que pululan por Bruselas e intentan influir en las políticas sectoriales que emanan de la Comisión y el Parlamento Europeo. Ambas instituciones, sobre todo la primera, han sido bastante críticas con el papel de operador dominante que juega la multinacional española.

¿Volverá al primer plano de la política española? ¿Quién sabe? Puede pasar de todo, aunque sería extraño que un animal político como Zaplana se vaya con la boca cerrada y sin hacer ruído. O mucho me equivoco, o no ha dicho su última palabra.