La Voz de Galicia
Políticamente, solo se puede ganar o morir
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A pesar de que ha ganado en Pensilvania, Hillary Clinton tiene pocas posibilidades de ser candidata a la presidencia en Estados Unidos. No obstante, sigue peleando por la nominación, caiga quien caiga, desgastando a su compañero de partido Barack Obama. Hillary apretará los dientes, no se rendirá y luchará hasta el final, para regocijo de los republicanos, que hace un año se veían fuera de la Casa Blanca y ahora sueñan con una victoria de John McCain. La postura de Clinton es hasta cierto punto lógica, se trata de su última oportunidad.

Esperanza Aguirre tampoco va a ser presidenta del PP. Descarta presentarse contra Rajoy (¿o no?), pero no va a dejar la lucha de guerrillas y bombardeo mediático y el juego de sugerencias y equívocos que ha conseguido situarla como alternativa al pontevedrés. ¿Quién sale ganando? Pues claramente el PSOE.

Fraga lo tiene claro. Las pugnas internas -tanto las abiertas como las soterradas- están haciendo mucho daño a su partido. Por eso ha mandado callar a Aguirre. El senador ya tuvo una vez que rescatar al PP de una sucesión enrevesada. Fue a finales de los 80. El hombre al que encomendó la sucesión, Antonio Hernández Mancha (un día hablaremos de él), le salió rana. Y Fraga tuvo que abandonar su retiro europeo para poner orden y relanzar el partido.

Lo mismo quiere hacer Julio Anguita. Izquierda Unida es una nave a la deriva, que vaga en un espacio repleto de peligros. Por un lado, el agujero negro de la desaparición; por el otro la fascinante y letal atracción de una fulgurante estrella, el PSOE, que tanto puede dar calorcito como puede quemar.

El piloto Llamazares hace tiempo que perdió el rumbo. No tiene carta de navegación y amaga con abandonar la nave, pero se comporta como el perro de San Roque: ni come ni deja comer. Por eso el califa, el líder que llevó a IU a sus mayores éxitos electorales (26 diputados, más de dos millones y medio de votos en el 96), repite la maniobra de Fraga y anuncia un plan para salvar a una coalición «falta de ideas». Ante un programa muerto propone federalismo, democracia radical, carácter alternativo y la exclusión de las complicidades con nacionalismos extremos y otras etiquetas.