La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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Recién agasajados con los regalitos de los Reyes Magos, resulta oportuno abordar,  en tal señalado momento, una noticia tecnológica que, desde hace unos meses, está proliferando en los medios de comunicación. Se trata de la llamada “fracturación hidráulica” (“fracking” en inglés) que es un método de extracción de hidrocarburos, particularmente del gas de pizarra o de esquisto («shale gas» en inglés), mediante la inyección de agua a presión (mezclada con arena y sustancias químicas) en el subsuelo, produciendo la fracturación de la roca madre (pizarras y esquistos). La perforación, primero en vertical –que puede llegar hasta los 5.000 metros- y luego en horizontal (entre 2 y 5 kilómetros), permite extraer de la veta este gas no convencional.

Las enormes disponibilidades de este recurso en países como los Estados Unidos le sitúan (según la Agencia Internacional de Energía en su Outlook de 2012) como el primer productor mundial de petróleo en 2020 hasta permitir su autosuficiencia en 2030. Y, a partir de aquí, este inesperado regalo de la naturaleza –de sus entrañas profundas- parece resolver los problemas de autoabastecimiento de hidrocarburos y su peligrosa dependencia de los inestables países de la OPEP. De hecho, los Estados Unidos tienen más de 40 años de experiencia con esta técnica y han perforado más de 50.000 pozos. Actualmente este recurso ya representa en este país el 25% de la demanda de gas. El mismísimo Presidente OBAMA anunció eufórico, a comienzos del año pasado, que con la extracción del gas pizarra lograria en poco tiempo su independencia energética.

Resulta que la nueva “fiebre del gaseoso oro negro” –que está llamada a revolucionar el convulso mercado energético- se ha extendido por todo el Planeta, incluido nuestro país, en el que son más de un centenar los permisos de exploración concedidos a empresas extranjeras y nacionales, principalmente en el norte de España, en la cuenca Vasco-Cantábrica, en el Valle del Ebro y del Guadalquivir. En el País Vasco (en Álava), la existencia de un supuesto enorme yacimiento de este tipo de gas llevó a su anterior Lendakari (Patxi LÓPEZ) a anunciarlo a bombo y platillo. Realmente si el gas pizarra tiene tantas posibilidades, sería una importante para un país como España, absolutamente dependiente en el campo energético de las importaciones (del 76% de la energía que consume y cuya factura supera los 40.000 millones de euros). ¿A qué esperamos entonces? Aprovechemos semejante regalo que nos brinda la madre naturaleza.

Ahora vienen las pegas e inconvenientes. Muchos grupos ecologistas (Greenpeace, Ecologistas en Acción, etc), asociaciones vecinales y colectivos ciudadanos (como por ejemplo, las plataformas frackingezaraba y fracturahidráulicano) afectados por las potenciales exploraciones-explotaciones de este revolucionario recurso han puesto de manifiesto los posibles riesgos de la utilización del “fracking”: contaminación de las aguas, uso desproporcionado de los recursos hídricos, emisiones de metano, generación de microseismos, destrucción del paisaje, etc.). Estos temores han llevado a muchos países a establecer cautelas. Mientras Polonia y Reino Unido apuestan por la fracturación hidráulica, otros países como Francia (apelando al prinicipio de precaución) y Alemania mantienen sus reservas hacia este procedimiento minero estableciendo moratorias. En Canadá, tras un exhaustivo estudio de su Academia de las Ciencias, el Gobierno federal declaró una moratoria y ha prohibido su extracción por el momento. En los Estados Unidos de América, algunos gobiernos estatales han motrado sus reticencias y la propia EPA se ha visto obligada a analizar los posibles riesgos del “fracking”.

Por su parte, el Parlamento Europeo (Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria) ha elaborado –siguiendo un estudio realizado por la Agencia Federal Alemana de Medio Ambiente– una guía para los responsables públicos sobre las “Repercusiones de la extracción del gas y petróleo de esquisto en el medio ambiente y salud”, en la que se destaca el vacío legal existente, la falta de conocimiento sobre los posibles riesgos y contaminaciones, aunque se reconoce la amenaza que implica su explotación sobre la disponibilidad de agua potable. Y, en todo caso, recomiendan la elaboración de una Directiva específica en esta materia. Pero el mismo Informe considera además que “los yacimientos potenciales de gas pizarra son demasiado pequeños para tener un impacto sustancial en la situación del suministro del gas europeo”.

En España, algunos Gobiernos autonómicos como el de Cantabria y Aragón han prohibido por ahora la utilización de esta técnica de explotación y muchos municipios (en cuyos términos municipales se han solicitado licencias de exploración) en Cataluña, Cantabria, Castilla-León, etc. se han declarado en contra.  Y, mientras, el Ministro de Industria, José Manuel SORIA, que la “facturación hidraúlica” no conlleva necesariamente consecuencias negativas para el medio ambiente. El PSOE presentó en el Congreso de los Diputados, a finales del 2012, una proposición no de Ley con el fin de lograr una moratoria sobre esta técnica de explotación minera.

Como agudamente ha destacado Jordi ORTEGA en su magnífico blog “Diario de futuro”, la utilización del “fracking” incidiría en la continuación adictiva a los combustibles fósiles y, por consiguiente, contribuiría al incremento de los gases de efecto invernadero y, por ende, supondría descarrilar los objetivos de las políticas del cambio climático y frenaría, al mismo tiempo, el impulso de las energías renovables. En las conclusiones del Grupo de Trabajo en Políticas Energéticas Sostenibles promovido por la Universidad de Comillas sobre “El papel de los recursos fósiles no convencionales (shale gas, tight oil) en la política energética española” (febrero de 2012), se destaca la incertidumbre en torno a su desarrollo y a su impacto sobre la sostenibilidad del modelo energético europeo, pero subrayan el importante impacto negativo que su explotación genera sobre el medio ambiente. En todo caso, se pone de manifiesto la necesidad de valorar el componente ético como elemento básico a la hora de adoptar decisiones en el modelo energético del futuro.

¿Qué hay de realidad y de fantasía en esta revolución del “gas pizarra”? No lo sabemos por ahora. Lo que sí parece prudente es actuar con mucha cautela, hay que evaluar muy bien los riesgos del “fracking” allí donde se va a utilizar (no es lo mismo un lugar que otro) y deben someterse las licencias y concesiones de explotación del gas pizarra a una rigurosa evaluación de impacto ambiental. También habría que indagar otras fórmulas de explotación que no fueran tan potencialmente peligrosas como el «fracking». En cualquier caso, se trata de evitar a toda costa admitir sin reparos una solución energética, aparentemente rentable y urgente a corto plazo, pero que, a la larga, puede convertirse en un regalo envenenado.