La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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Si le sigue interesado esto del “ambiente” hay un concepto del que quiero hablarle ya que se utiliza mucho, casi obsesivamente, pero que no siempre se conoce su significado. Me refiero al “desarrollo sostenible”. Haga la prueba. Añada a cualquier realidad o actividad humana lo de “sostenible” y de seguro que su discurso ganará un toque de postmodernidad. Pues, ¿sabes?, yo sólo consumo productos de “agricultura sostenible”, me traslado en “medios de transporte sostenibles”, trabajo en una “empresa de producción energética sostenible”, etc. Incluso el Gobierno estatal acaba de aprobar el “proyecto de ley de economía sostenible” que ahora se está tramitando en las Cortes Españolas.

 

Muy bien, ¡de acuerdo!, eso de “sostenible” -o de la “sostenibilidad”- viste mucho pero ¿qué significa en realidad?

 

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La Sra. Brundtland en España.

El verdadero concepto de “desarrollo sostenible” se lo debemos a la Señora Gro Harlem BRUNDTLAND (primera Ministra de Noruega en los años ochenta y noventa del siglo XX) que presidió la “Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo” –preparatoria de la Cumbre de la Tierra sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada Río de Janeiro en junio de 1992- y que concluyó con la publicación en 1987 del informe que lleva su nombre, también conocido como “Nuestro Futuro Común”. En este informe se afirmaba que:

 

“Está en manos de la humanidad hacer que el desarrollo sea sostenible, es decir, asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias”.

Desde entonces hasta ahora, el concepto de “desarrollo sostenible” se utilizado con una gran profusión en los medios de comunicación y en el mundo científico, se ha enriquecido mucho su contenido (hoy se habla de varias perspectivas de la sostenibilidad: la económica, la social, la ambiental, etc.), ha sido utilizado para dar nombre a instituciones, estrategias, informes, etc. También ha sido muy criticado, tanto por la derecha como por la izquierda; ha sido tachado de ambiguo, contradictorio, vacuo, inútil, etc. Y, sin embargo, hoy se considera por muchos como paradigma o modelo de cómo deber ser interpretadas las relaciones entre los hombres y la naturaleza.

 

La sostenibilidad tiene un componente economico indudable que hace referencia a unos recursos naturales limitados, a que su uso debe ser racional (es decir, que su utilización no debe ser abusiva) y que debemos pensar en las generaciones futuras no comprometiendo todos los recursos que puedan necesitar para su desarrollo.

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Por mucho éxito que tenga esta valiosa “cosmovisión” del desarrollo sostenible, la realidad es que nuestro vigente sistema económico -de imparable productivismo– y nuestras pautas de consumismo complusivo, universalizados además por la tan cacareada globalización, nos abocan a un modelo diametralmente opuesto de clamorosa insostenibilidad. No soy partidario de incurrir en el catastrofismo (me considero optimista por naturaleza), pero ¿acaso no son una clara muestra de insostenibilidad las escandalosas diferencias que existen en nuestro Planeta entre el privilegiado grupo de paises “desarrollados” al que pertenecemos y el resto del segundo, tercero y cuarto mundo? Y si el mundo en que vivimos no es muy sostenible ¿seremos capaces de asegurar esa sostenibildad a las “generaciones futuras”?

 

Estoy convencido de que se trata de un objetivo alcanzable y no dudo de la capacidad del ser humano para lograrlo (gracias a sus muy valiosos “recursos humanos”). Pero todavía hay muchos obstáculos que superar, en particular, la manipulación que se hace del desarrollo sostenible, por unos y por otros, para ocultar conductas insolidarias, interesadas, egoístas y despilfarradoras. Me alegra comprobar, no obstante, como en el mundo cultural se dan –desde posiciones ideológicas muy diferentes- ciertos acuerdos de fondo sobre cómo deben evolucionar –con sostenibilidad- las relaciones entre la economía y el medio ambiente. Véanse, por ejemplo, el reciente ensayo de Juan COSTA CLIMENT titulado “La Revolución Imparable. Un planeta, una economía, un gobierno (Editorial Espasa, 2010) y la obra colectiva –dirigida por Jorge RIECHMANN- que bajo el título “Vivir (bien) con menos” publica la editorial Icaria (colección “Más madera”).

 

En todo caso, lo que ahora más me preocupa es que este blog sea “sostenible”, que tenga ánimos para mantenerlo “vivo” (con contenidos que interesen a los lectores) y sirva para promover el verdadero “desarrollo sostenible”, por encima de planteamientos teóricos o académicos y lugares comunes, concretándolo en buenos o malos ejemplos de nuestra realidad cotidiana. Y muchos de ellos, por supuesto, en Galicia.