La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Existe una expresión mítica de crítico musical que surge cuando un grupo tiene mucho éxito y a él no le gusta. De repente, el escriba se encuentra en un festival, donde aparece el combo. En lugar de decir que el grupo es una basura o esforzarse un poco para entenderlo metiéndose en la piel del fan, templa gaitas y marca distancia. Dice algo así: “Lo del éxito de este grupo sinceramente no lo entiendo”. Yo mismo lo he escrito alguna vez, pero si me pongo en el papel del lector me pregunto si ese recurso sirve para algo. Es decir, no lo entiendes ¿y qué? ¿es eso lo mejor que tienes que decir?

Bueno, uno de los grupos con los que dije yo en su día “no lo entiendo” fue Vetusta Morla cuando los vi en directo en el año 2008 en Expocoruña. Me vi superado por lo que presencié: 2.000 personas cantando sus canciones con una euforia que no veía en el pop independiente nacional desde Los Planetas. Incrédulo, solté eso de “no lo entiendo”, supongo que para decir que mis entendereras estaban en otro nivel diferente del de los que sí entendían.

Sin embargo, tiempo después me tocó hacer una entrevista con ellos, en plena gira de Mapas, su segundo trabajo. Lo tenía de promoción. Lo recuperé, lo escuché para preparar el cuestionario y fue precisamente en Los días raros, el primer tema del álbum, cuando lo entendí todo. Concretamente ocurrió con un verso, el que dice “Baila como un lazo en un ventilador”, una imagen que me dejó flipado. ¿Sabéis esa sensación de ver cómo se proyecta la película de una canción en la mente mientras la escucha? Sí, ese punto adolescente de escuchar la canción en toda su profundidad aislado de todo y creando un universo para ella. Bueno, pues con Vetusta Morla llegó en mi caso así, preparando una sucesión de preguntas que se tuvo que interrumpir. Para cerrar los ojos. Subir el volumen. Y levitar.

La escucha completa del disco supuso un suceder de placer. Escalofríos. Encogimientos. Golpes en en el pecho. Ganas de abrir la ventana y gritar. Cosas que hacen grande el acto de escuchar música pop, cosas que muchos hemos sentido escuchando a, yo qué sé, David Bowie, Radiohead o Arcade Fire y que esta banda maneja con soltura, pinchando en esos resortes. Entonces me convertí. Evaporé la barrera del “no entiendo nada”. Empecé a ver a mi yo del 2008 como un poco ridículo: un tipo aséptico sin capacidad de emoción, aunque esta esté llamando de una manera tan clara como aquel día.

Luego vinieron más escuchas, más discos y sus directos. El último que les vi, en el Coliseum de A Coruña la pasada primavera, fue de delirio. Iba en modo profesional, con mi set-list, mi cuaderno de notas y ubicado en zona “pureta” de prensa, sentado tras la mesa de sonido y frente al escenario. La cosa fue in crescendo y, poco a poco, dejé de escribir. Me metí ahí, formando parte de toda aquella masa de gritos, sudores y estremecimientos. Pero hUBO un momento en el que experimenté uno de esos golpes en los que deliras y te fundes totalmente en la música. Fue, sí, con Los días raros. De pie. Gritando. Con las manos en alto. Intentando, de algún modo, cuadrar con 8.500 almas más aquel “lazo en el ventilador” que me hizo entender que estamos ante uno de los mejores grupo que haya dado jamás la historia del pop nacional.

Desde hace tiempo he cambiado el discurso. El “no entiendo nada” hoy lo aplico a los que, incluso después de haber escuchado una canción así, siguen tal cual. Eso sí que me resulta difícil de comprender. Así que a los que se encuentran ahí, mirando desde la barrera o enfangados en la posición hater por motivos extramusicales, les animo a que pulsen el play. Cierren los ojos. Y conecten con algo maravilloso.