La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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vac
THE VACCINES
Sala Finisterrae, A Coruña
14-3-2016

Ver al grupo en el momento. Esa secuencia impoluta en el que todo -el sonido, las canciones, el espíritu- encaja. Los fans perfeccionistas adoran coleccionar esas instantáneas en las que se sabe, al contemplarla, que nada volverá a ser igual. Los Sonic Youth del 87, los Stone Roses del 89, los Jesus and Mary Chain del 92, la Pj Harvey del 95, los Radiohead del 2001. Todos sabemos lo que es eso: ¡uauuuuuuuuuuuu!, ¡aaaaaaaaaagh¡, ¡me mueroooooooo! A un grupo como The Vaccines la fotografía perfecta se la tomaron allá por 2011, 2012 como mucho. Con esas canciones redondas como soles, con ese sonido encrespado, con ese espíritu exultantemente juvenil. Algo así no se iba a repetir, lo sabíamos. Como no se repite la adolescencia o la locura de los primeros meses de un noviazgo. Nunca más. Jamás.

Por eso algunos pasos discurrían entre escépticos y pragmáticos rumbo al Hotel Finisterre. «Cosas así no son frecuentes en nuestra ciudad». «Tienen temazos, así que con que las toquen no hay fallo».«¿De verdad que tienes algo mejor que hacer un lunes de marzo como este?». Reencuentros. Caras conocidas. Gente que sigue hablando (y añorándolo) de Brit-Pop veinte años más tarde. También los vecinos estudiantes con sus tupés que dibujan la brecha generacional. Y, por supuesto, eso que ha venido en llamarse hipsterismo. Cerveza. Besos. «¡Hey, tío!». Fleetwood Mac de sonido. Fader. Fuera música. Telón rojo. Aplausos. Bases programadas. Y el jovencísimo Justin Hayward-Young en medio, armado con una guitarra acústica. Mal rollo. Mala señal. ¿Se esfumó el nervio con un instrumento decorativo?

Pero arranca la canción. Es Handsome, de su último disco. Golpea. Emite ondas sísmicas. Sacuden la sala. Detonaciones de afro-pop. Invitación al baile. Y una fuerza melódica ante la que te puedes resistir, sí. Pero sería una soberana estupidez hacerlo. Eso para los que piensan que «entender de música» equivale a estar rígidos en un concierto,frotando la barbilla. Le sigue Teenage Icon, coreada en spanglish por el público. Fuera abrigo. Fuera jersey. Camisa remangada. Otra cerveza ¿No habíamos quedado en que este no era ya el momento de The Vaccines y que su visita había que tomársela como un saldo de provincias? «No moleste, señor. Si no quiere unirse a la fiesta, vaya atrás, con los rígidos».

Dos temas. El cuarteto londinense necesitó apenas esos dos disparos para disipar dudas. No, para nada respondían al tópico del grupo guiri desganado de turisteo por España y racaneando emoción. Tampoco evidenciaban en el escenario el paulatino descenso de calidad de su producción discográfica, desde el sensacional What Did You Expect From The Vaccines? (2011) al flojete English Grafitti (2015), que venían a presentar. Además sonaban bien y desprendían sensación de encontrarse ahí y ahora, dejando huella. Incluso material inferior como el electro-rock Dream Lover o la fragilidad tecno de Minimal Affection funcionaba. ¡Voilá! Fuera prejuicios e ideas preconcebidas. ¡Vamos a disfrutar!

Se disfrutó. Solo un pequeño periplo entre aburrido y épico de la parte central instó a recordar las vibraciones previas. El resto resultó una fiesta. Pero una fiesta de las de dar saltos, dar palmas y dejar un poquito de la garganta. Como debe ser. Igual iba la cosa con 20/20 que con Radio Bikini, queriéndole meter el codo a Vampire Weekend. También, se dejaron llevar vacias veces por la épica a lo The Killers, por ejemplo con Give Me a Sing. Pero donde realmente engancharon fue tirando de esas efervescentes piezas con las que emergieron allá por 2010. Hablamos de Norgaad, de If You Wanna o Wreckin’ Bar que pusieron la sala patas arriba sonando como exaltaciones pop.

Porque esas y el resto de sus compañeras en aquel sensacional disco de debut son las grandes canciones de The Vaccines. Te dicen claramente que si un día el pop británico de guitarras fue maravilloso y no el tedio general actual fue gracias a delicias como esas. Suenan ahora, seis años después, en un momento que puede que no corresponda con «el momento». Pero, desde luego, sobre el escenario se le parece. Ayer al menos ocurrió así. Sacudiéndonos el cuerpo, incitándonos a levantar el puño y haciéndonos creer por un instante que formábamos parte de una exhalación pop. Una manera perfecta de derribar lo preconcebido y dejarse llevar por la realidad.