La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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za! Nunca había visto a Za! en directo. Tenía en casa un par de discos suyos, interesantes, caóticos y rompedores para los que (casi) nunca había tiempo que dedicarles. Es esa una concepción del rock ecléctica y experimental en la que uno se pierde. Un trozito de hardcore por aquí, uno de free-jazz por allá, toques de cumbia en ese lado, synth-pop por el otro. Una locura. Pero en directo todo ese desorden cambia. No porque se ordene, sino que se proyecta sobre ti como una avalancha de juego y felicidad. Sí, Za! son, sobre todo, divertidos. Y eso genera que, aunque sean un grupo extraño, resulte extremadamente fácil conectar con ellos, disfrutar con su música y bailar en sus compases rotos haciendo que tu propia fiesta se una a otras fiestas.

El viernes pasado tocaron en la Nave 1839. Allí sonaron maracas, trompetas, sintetizadores y baterías locas. También musicaron besos, abrazos, camisetas empapadas de sudor y muchas sonrisas. Con la misma emoción de un niño aporreando un tambor de juguete, Edu y Pau echaron por la sala confeti musical, carcajadas sonoras y mucha, muchísima alegría de vivir. Perder el tiempo descomponiéndolas sería un error. Poner gesto obtuso analizándolos con lenguaje críptico otro. Y quedarse al margen del jolgorio más aún. Más que un error, sería una soberana gilipollez.

Nadie lo hizo y durante hora y pico el disfrute colectivo se hizo música y la música hizo que esa colectividad disfrutase. Al término del concierto un amigo me decía: «Esto es exactamente lo que necesitaba hoy, viernes. Venir a un concierto, desconectar e irme para casa feliz». Su novia lo secundaba: «Es que me están entrando ganas de salir a tomar algo y todo». Yo me retiré. Pero al día siguiente me levanté y puse en casa música a volumen alto. No a Za! (en el hogar sigo sin encontrarles el hueco), sino el primer disco de Os Mutantes. “Don Quixote”. Dos enanos que pululaban en la alfombra empezaron a bailar. Una a botes y el otro, que aún no se consigue levantar del suelo, ladeándose y dando palmas. Resultó casi igual de gozoso que lo de Za!.

Algunos saben que la música tiene que ser juego. Otros disfrutamos desaprendiendo lo (mal)aprendido y gestionándolo con mucho gusto.