Por lo general, los ambientes culturales suelen elegir un objetivo fácil y popular para reafirmar el mundo propio y minoritario. En Galicia y en lo musical una de esas dianas siempre ha sido Luar. Chascarrillos sobre su longevidad «casposa» que ha llegado la semana pasada al programa número 1000. Mofas sobre «artistas que solo salen ahí» como Albano o Bonnie Tyler. Comentarios acerca del humor de brocha gorda que suele acoger su escenario. Y si, al final, va y se monta un concurso de gaiteiros, ¿qué decir?
En esa resbaladiza superioridad moral late un profundo desprecio por una parte muy amplia de la Galicia más popular. También por el papel de servicio público de la TVG. Si Luar ha cumplido un millar de ediciones es precisamente porque para muchísimos gallegos el viernes es el día de encender el fin de semana con el mando de la televisión. Sus audiencias superan al 20%, un público que se siente cómplice de una propuesta sincera, sin pretensiones y enraizada en la tierra. E, importante, que coloca el deseo del espectador por encima de todo.
Es por eso que Luar merece seguir ahí, mil programas más. Yo no lo veo, lo confieso. No me interesa. Pero pedir que se respete al otro no deja de ser un saludable ejercicio de democracia. Imponer lo mío, el totalitarismo camuflado de cultura. Si acaso, demandar otros contenidos a mayores. Pero no a costa de Luar, sino junto a él.
Las críticas negativas a Luar apuntan en dos direcciones. Una, el compadreo carca que permite redondear la jubilación a artistas que hace décadas que no han hecho nada en su arte y no tienen nada más que ofrecer que una sonrisa de ‘me lo llevo muerto’. Y aún atendiendo al criterio que citas de que hay público para ese desfile de ‘glorias del espectáculo’ y triunfitos de relumbrón, queda la segunda: lo que expone Luar, lo que deja claro es el absoluto desprecio por parte de los directivos del canal público hacia la cultura en general, y la música en lo que más me concierne. Porque Luar es el único programa musical de toda su programación -los clips de clips de ZigZag no cuentan-, y así va a seguir siendo mientras la noción de Cultura en la TVG sean los programas de romerías, festas da empanada y berbena prime time. Gayoso y compañía son un blanco fácil para la crítica, pero no tanto por su formato telegáitico como por evidenciar el erial cultural de la televisión gallega.
La audiencia manda y mientras tenga se merece estar en antena.