La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Nadie raja tanto como ellos. Muchos músicos, en general, son tremendamente crueles con sus compañeros de profesión. Tanto que logran sonrojar a aquellos que profesionalmente se dedican a la crítica. El peor de los críticos musicales no llega ni a un 10% de esa capacidad de ver en negativo que brota en las trastiendas de los conciertos y locales de ensayo. Quizá sea por formar parte del tinglado y conocer a la perfección los puntos débiles, pero cada cierto tiempo uno termina asombrado de cómo las lenguas se afilan en las sombras. Si algún día esos comentarios pasasen al papel, aquí se liaba la III Guerra Mundial. Estos son algunos de los argumentos de “disparing al compañero” que más he escuchado en los últimos años.

1. “No saben tocar”. El clásico básico del músico con supuesta destreza técnica que no soporta ver cómo unos compañeros limitados trasmiten y llegan a la gente, pese a no dar una con la guitarra. Recuerdo a un grupo andaluz de gira en A Coruña allá por el 94 perdiendo el tiempo con un fanzinero insignificante como yo con el propósito de curar mi ceguera. Decían que los entonces principiantes Los Planetas eran unos tipos “que pasan más tiempo haciendo entrevistas y posando en las fotos que en el local de ensayo”. Luego resultó que se convirtieron en la banda sonora de toda una generación llevando al estrofa-estribillo-estrofa todos sus sentimientos… pero ¿qué más daba eso? Por supuesto, miles de personas no le hicieron ni el más mínimo caso. Ni a esos roqueros ni a otros que andaban con el cuchillo en los dientes. Al final, terminaron llegando a algo parecido al saber tocar. Muchos de los que sí sabían, nunca lograron trasmitir nada.

2. “Son unos pijos”. Lo de la lucha de clases se estila mucho en el mundo musical. El resentimiento campa a sus anchas. Al parecer, el origen familiar acomodado de un músico marca en sentido negativo la capacidad de crear o interpretar buenas canciones. Hace años los grupos surgidos en esos estratos sociales lucían instrumentos inencontrables en España, comprados en sus visitas al extranjero. Y molestaba, vaya si molestaba. Además, estaban los pasados de colegios privados y ambientes acicalados, supuestamente poco roqueros. Combinar los clubes de vela con los locales de ensayo, como que no. Luego resulta que un tipo como Lou Reed encajaba en todo lo antedicho… y a ¿ver cómo dice uno que no era lo suficientemente auténtico?

3. “Su padre es no sé quien”. Siempre existe en los otros grupos un padre con contactos e influencias que hace que el grupo de su hijo triunfe y toque en directo decenas de veces. Chanchullos con el Ayuntamiento de turno y amistades con la sala más potente de la ciudad justifican los florencientes éxitos. Brotan en las narices del otro músico que no logra salir del garito. El problema se produce cuando el hijo de también triunfa en la provincia de al lado. Y después, en la comunidad autónoma vecina. Y, al final, resulta que arrasa a 1000 kilómetros de su ciudad natal, haciendo tímidas incursiones en el extranjero. O el papá es Obama o al final va a ser que lo que hace el chico le gusta a la gente de verdad. Aunque fastidie.

4. “No tienen canciones”. Tanto da que el grupo haga free-jazz o post-rock, siempre aparecerá un compañero de gremio que mostrará el modelo de canción pop clásica como única medida posible de la calidad. Ahí radica lo más importante de todo, el santo grial. Para él o alumbras temas como Ticket To Ride de The Beatles, Wouldn’t It Be Nice de Beach Boys o Starman de David Bowie o no vales nada. Eso sí, si el grupo pretende aplicar en lo suyo un 1% del desafío innovador y artístico que en su día supusieron Tomorrow Never Knows, Good Vibrations o Heroes la cantinela de “no tienen canciones” no tardará en aparecer. Desgraciadamente, el que sitúa el listón del nivel así para los demás tampoco suele tener temas equiparables a esos mitos. Así que…

5. “Solo son imagen”. Ocurre en todos los ámbitos: la chica guapa y que viste bien es, por definición, tonta para quien se siente feo y carece por completo del sentido de la estética. En la música todo ello se engloba en la llamada imagen. Cuando se produce una de esas raras conjunciones astrales y aparece un grupo de esos que produce vértigo en una fotografía o un videoclip… pasan exactamente cinco segundos para que otro músico, alérgico a lo que se entiende por gusto, salte con su reproche: tras la imagen no hay nada y el público y los críticos, que no tienen ni idea, dan demasiado valor a eso. Había que ver qué sería de The Beatles, David Bowie, Sex Pistols o Pj Harvey sin su imagen, pero qué más da.

6. “No aportan nada nuevo”. Aquí entra en juego la facción (falsamente) innovadora, muy típica de lo indie. Llegan unos tipos y se ponen a hacer temas en plan Stones del 71 y se le tacha de rancios, retrógrados, acabados y copiones. Sin embargo, si otro se inspira en The Cure y le mete un poco de “ruido blanco” por encima no se dice nada de nada. Y si aparece un tercero y le clava un ritmo motorik a lo que sea, se le llamará experimental. Al final, ninguno de los tres aporta nada nuevo en lo formal, aspecto en el que las posibilidades están ya muy limitadas. Pueden hacerlo en lo material, pero no dependerá tanto de qué sonido elijan como punto de partida, sino de lo que tengan que decir y transmitir dentro de él. Pero, ays, esas son cosas de críticos.

7. “Son unos flipados que creen que están en Londres”. En un extraño complejo de inferioridad que atenaza al músico patrio, la pose “cool” se acepta sin problemas con el guiri pero rara vez con el vecino. Si aquí alguien se le ocurre plantarse en escena a lo Brett Anderson, Jack White o Lady Gaga no tardarán en aparecer las risotadas, los desprecios y las tachas. Similares a las del apartado “Solo con imagen”, presentan alguna ligera variación en la vía de lo cruel. El tipo que quiera ir más allá de mirar a su instrumento y mostrar algo de actitud aquí la lleva clara. Será víctima del sarcasmo, la burla y la proyección de las taras ajenas. Ánimo.

8. “Tienen amigos en la prensa”.
Entramos en terreno resbaladizo. Para algunos, un grupo JAMÁS sale por méritos propios en una publicación especializada o generalista. Siempre hay un amigo dentro que les abre el camino hacia un negro sobre blanco que glosa sus excelencias… y que tanto irrita a los que no salen (que, por lo general, dicen que la crítica «no sirve para nada» y que «escribir sobre música es absurdo»). En ese aspecto llama la atención de manera especial un toque particularmente machista. Si en el grupo hay una mujer y el que redacta es un hombre, entonces no tardarán en surgir malévolos comentarios que apuntan a algún tipo “rollete” entre la susodicha y el susodicho. Relaciones que, por supuesto, todo el mundo quiere adoptar como ciertas y que nadie se atreverá a poner en duda. Eso sí, aquí somos todos muy de izquierdas lo que nos lleva a…

9. “Son de derechas”. Un dogma plenamente asentado entre la comunidad roquera dice que un tipo que hace rock tiene que ser de izquierdas. Si, así, por definición. Pero la realidad es que, entre millones de votantes que tiene el PP, también se cuela de cuando en cuando alguien que le da a la guitarra eléctrica. Algunos lo lucen con orgullo, pero la mayoría lo guardan en la intimidad en ese ambiente hostil. Sin embargo, con la doctrina de los posicionamientos ideológicos “por omisión” no hay manera de apartar la ideología. Según esta, si uno no es clara y explícticamente de izquierdas, se convierte en alguien de derechas. Sí, sin pestañear. Así se llega a soluciones tan chuscas como que si una banda hace muchas canciones de amor está, por ejemplo, a favor de la la nueva Ley del Aborto de Gallardón.¡Ole! Sea como sea, al tipo de derechas se le ve aquí como un intruso y esa tendencia lo anula como músico casi tanto como el no saber tocar, el ser pijo o tener buena imagen. Con él no se va a hacer la excepción hecha con Johnny Ramone.

10. A completar por el lector. Seguro que usted conoce alguna otra variedad de raje…