La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Vestusta Morla
A Coruña, Coliseo
2 mayo 2012

Resulta difícil llegar en la actualidad al corazón de Vetusta Morla sin desviarse en el camino. Es tanto el ruido creado su alrededor que, en muchas ocasiones, este devora la propia música. Importa más su romántica irrupción en la industria autoeditándose, los odios que genera en los guardianes de la moral indie o su condición de tótem alternativo para algunos medios. Y no debería ser así. Solo con escuchar Los días raros, esa pieza apoteósica que cerró el concierto entre épica, poesía y luces cegadoras, ello debería desaparecer. Todo. Hay sonido. Hay presencia. Hay mucha emoción. ¿Qué más da el resto? 

La gran mayoría de las cerca de 3.000 personas que acudieron el Coliseo saben la respuesta: NADA. Y el viernes lo celebraron todos juntos una vez más. En esa burbuja colectiva al margen del ruido, ese ruido, su música sonó deliberadamente densa y empastada, igual que en los discos. También extrañamente novedosa para la mayoría cuando atacaba temas del novísimo La Deriva (2014), un último álbum. Y con madera de himno ya macerado al apelar a Mapas (2011) y, sobre todo, a Un día en el mundo (2008). En el tramo inicial, la homónima Un día en el mundo dejó claro que las gargantas se iban a rasgar ahí. Luego, Copenhague con el karaoke en modo on a pleno rendimiento. Y, ya al final, Sálvese quien pueda reivindicándose como una toda un pieza generacional. 

Sin embargo, aunque el público se viniera arriba en esos momentos gritando versos «¡Cuánto idiota hay fuera!» como si fuera la extensión misma de su corazón, el concierto sirvió para validar una propuesta empeñada en seguir trazando un camino, el suyo, nada previsible. El nuevo material resultó estimulante y poco complaciente. Ponerlo tan en primer plano demuestra que son una banda viva, con muchas cosas que decir. Los quiebros a lo esperado pudieron desconcertar a algunos de sus seguidores, pero sirvieron para solidificar un concierto que contrajo el músculo plenamente en el tramo final. Allí, debatiéndose entre la fuerza imbatible de La cuadratura del círculo y el mordisco de Tour de Francia quedó todo enfilado. 

Pero, como siempre, habrá quien prefiera hacer ruido. Y distraerse enredando con él. 

Foto: Eduardo Pérez