La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Lo recuerdo perfectamente. Era Navidad del 2006 y acudía a una cena con amigos. En mis disc-man escuchaba la copia que, de estrangis, me había pasado Rodrigo Caamaño del primer álbum de Triángulo de Amor Bizarro, su banda. Aún no estaba editado y creo que le faltaba aún la mezcla final. Lo escuchaba por primera vez. Caminaba por la calle Juan Flórez y sonó en mis oídos El fantasma de la transición. La conocía de sus maqueta-moqueta. Pero aquello subía a otro nivel. Con esas melodías lánguidas, esas voces desapasionadas, esas líneas de ruido que dibujaban ondas y, sobre todo, esta estampida que se produce en el minuto 2,39. Ahí fue cuando cerré el puño y dije “¡Sí, sí, sí, síiiiiiiiii! ¡Al fin!”. De verdad, flotaba por la acera.

Había estado esperando por eso desde, al menos, la disolución de Los Eskizos: un grupo de aquí que fuese capaz de hacerme revolverme por dentro y pasar a formar parte de mi vida. Al principio me los tomé con distancia, escaldado de esa relación músico-fazinero que solo admite loas. Pero pronto nos quisimos mutuamente. Ellos eran la versión en carne, hueso, ruido y melodía de las ganas de romper cristales que, a veces, sentíamos en el fenecido Feedback-zine, hartos de la parálisis. Sí, como de pronto irrumpir con el Upside Down de Jesus and Mary Chain en la noche coruñesa a todo volumen, Triángulo de Amor Bizarro aportaron gamberrismo, frescura y uñas afiladas. Sin titubeos y sin medias tintas. De nada servía mantener la distancia: aquello estaba condenado al amor eterno. El odio de alrededor no hacía sino alimentar la afinidad.

En dónde nos conocimos y la conversación que mantuvimos queda en el off the record, no vaya a ser que algunos vuelvan a sacar el hacha de guerra. Aunque no estaría mal decirlo algún día… Pero, lo importante, es que no se quedó en un sarampión de temporada. Todo creció y aquel pellizco nervioso se convirtió en un terremoto maravilloso. La noche de hoy será una consecuencia de aquello. Es ya la tercera actuación del cuarteto de Boiro, que dio sus primeros pasos en A Coruña (acojamos a lo bueno, por favor), en la que estoy involucrado como organizador (antes estuvo el festival Retroalimentación 06 con Sr. Chinarro y Devalo en el 2006 promovido por el Feedback-zine y su pase el año pasado junto a Jorge Ilegal dentro del ciclo de este blog). Solo con los desaparecidos Nadadora he llegado a tejer una relación tan intensa. Y no saben lo contento, orgulloso y excitado que estoy ante tal posibilidad. El mejor grupo del rock independiente español actuará hoy aquí, soportado por este blog. De camino del trabajo a casa volvieron a mí muchas cosas olvidadas. Volumen, electricidad y, efectivamente, ese puño cerrado diciendo “¡Sí, sí, sí, síiiiiiiiii! ¡Al fin!”.

Esta noche Triángulo de Amor Bizarro vuelven a la ciudad. Y lo hacen de la mano de Los conciertos de Retroalimentación. Sé que algún día se hablará de ellos como hoy hablamos de Golpes Bajos, Parálisis Permanente o Radio Futura. Es decir, aquí está la historia, aunque a veces no nos demos cuenta. Y ese gesto de cabreo que veo a lo lejos de la ortodoxia rock supone el refrendo de todo lo antedicho.