La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
Seleccionar página

Los que fuimos niños en los primeros ochenta miramos la Movida (y las otras movidas periféricas) con cierta extrañeza. Aunque muchos pretendan ahora moldear el pasado a su antojo, lo cierto es que entonces lo que nos fascinaba a la mayoría era Mecano y Olé Olé y no precisamente Décima Víctima o Derribos Arias. Sin embargo, existían una serie de bandas que estaban ahí, sonando anómalas, fuera de la imagen perfecta y emitiendo mensajes incomprensibles pero que quedaban. Una era Golpes Bajos. Aquel glorioso verso de “No mires a los ojos de la gente / me dan miedo, siempre mienten” sonaba, en medio de recopilatorios tipo Monstruo, como algo inquietante. No entendíamos nada. Pero sabíamos que se trataba de algo muy diferente. No, aquí no había la fiesta y el buen rollo comunal de Miguel Ríos. Escuchábamos un bajo haciendo tapping de manera compulsiva, unos teclados aumentando la tensión y una voz grandilocuente hablando de miedo, de esconderse, de perderse… de cosas chungas.

Los que somos adultos-pero-con-poso-adolescente en el 2013 tenemos una cierta parte sentimental anclada ahí. Golpes Bajos procedían de Vigo. Los que llevaban guardapolvos y pendiente en el colegio decían que eran buenos, muy buenos. Y sí, lo eran. Nos dimos cuenta mucho más tarde, claro. Su cantante, German Copini cantó temas sobre frustración y aislamiento, sobre impotencia emocional y claustrofobia como nadie en España. Fue nuestro particular Ian Curtis, pero sin el cutrerío de creerse guiri. Hace poco hablaba en una entrevista con Teo Cardalda, su compañero de entonces, de la grandeza de Cena recalentada, una canción definitiva, cuyo videoclip la hizo definitivamente más grande. “Imposible no identificarse con ella”, decía el hoy vocalista de Cómplices. Leía, me temo, el pensamiento de miles de personas.

En el 2008, recién aterrizado en La Voz y con parte de la insolencia juvenil aún en mí, quise llevarlo a la sección de Cultura del periódico. El festival Contempopránea lo homenajeaba. Insistí. Y volví a insistir para poder publicar una entrevista con él. “Lo tenemos en exclusiva”, “la competencia nos lo va a pisar”, “este es un tío clave en la música en Galicia”… Al final, cayó. Me sentí orgulloso. Recuerdo tratarlo con cierta reverencia, hablándole de usted. Él, agradecido, trasmitía un cierto resquemor por el olvido del que fue víctima en Galicia. Sí, después de su efímero paso por Siniestro Total y su trayectoria en Golpes Bajos, terminó en el compartimento de las rarezas: uno de esos mitos del pop español de los ochenta con eclécticos proyectos en solitario que no lograron cuajar para el gran público y sobre los que el interés de la mayoría de sus fans decayó. Cuando resucitó a Golpes con Vivo (1998) tampoco logró reflotar el pasado. Se habían adelantado totalmente a la oleada de nostalgia que nos atrapaba en estos momentos. Curioso porque este año, cuando le hubiera tocado volver, editó America herida, un álbum con el que homenajeaba a Sudamérica y sus autores. De nuevo, a contracorriente.

Hoy, día de nochebuena, su antiguo compañero en Siniestro Total Miguel Costas difundió la noticia de la muerte de Germán. El Facebook hizo el resto Y como si de adolescentes taciturnos se tratase, muchos han recuperado aquellas canciones que figuran entre lo más brillante de la historia del pop español. Algunos incluso han sentido la necesidad de apartarse de la fiesta y escribir unas líneas para honrarlo por última vez.

Información en La Voz de Galicia aquí