La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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En 1967 Lou Reed escribió la preciosa I’ll Be Your Mirror. Allí latía esa belleza particular, oscura y destemplada, que guiaría siempre su música. Impertérrito, ofrecía un ramo de flores para aquellos que, en un bajón, se sentían despiadados. “Cuando pienses que la noche ha visitado tu mente / que en tu interior estás retorcido y a disgusto / déjame estar para mostrarte que estas ciego”, cantaba Nico prolongando con su voz el alma Lou Reed. En el mismo disco que la incluía, el monumental The Velvet Undeground & Nico, miraba al Harlem de los camellos puertoriqueños, la heroína en vena, el sadomasoquismo de botas brillantes, las malévolas mujeres calculadoras y los sábados que terminan cuando el domingo amanece para la gente de bien.

De nada había servido la terapia con electrosocks recibida en la adolescencia para enderezar su vida. Él optó por caminar por un lado salvaje de la vida que terminó ayer, tras honrar a toda una galería de seres marginales con su mirada comprensiva y exenta de moralina. Así atrajo a muchos de los enamorados de la cultura rock, los que quisieron continuar la senda abierta por él, desafiándolo todo, y los que, prudentes, usaron sus canciones para entrar allí sin mancharse los zapatos ni alterar la mente. Entre todo dejó una obra maravillosa, la que empezó de verdad con aquellas piezas compuestas para una Nico que un día era un espejo, al otro una mujer fatal trituracorazoes y después una estrella sin vestido apropiado en las fiestas de la Factory. Ella falleció en 1988. Ahora, Lou, toca reencontrarse en el más allá. Seguro que Andy Warhol y Sterling Morrison no andarán lejos.