La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Son uno de los grupos del momento. También una de esas historias independientes con final feliz que otorgan aura de autenticidad. Toundra han hecho del boca a boca entre fans su correa de transmisión. Sus poderosos directos han entusiasmado tanto que ese entusiasmo se ha multiplicado en redes sociales y conversaciones de colegas. Ese fue su marketing. El resto, el sonido. Con un pie en el post-rock y otro en el post-metal poseen uno realmente estremecedor. Hoy lo subirán al escenario de la sala Capitol de Santiago. Forman parte del TriCiclo, tercer capítulo de la singular iniciativa de la promotora Work On Sunday. Poco a poco, están trayendo a Galicia algunas de las mejores bandas del planeta. A Toundra le acompañarán esta noche Pony Bravo y Guerrera. Mientras tanto hablamos con Esteban Girón, guitarrista de un grupo en estado de gracia. Entre otras coas, nos explica cómo llegaron ahí.

-Si uno escucha “III” se les puede relacionar con tanto con grupos post-rock como Mogwai como con bandas de post-metal como Isis. ¿Cuáles son sus orígenes para llegar ahí?
-El factor común que tenemos los cuatro es el punk-rock. Todos crecimos escuchando bandas de punk-rock, sobre todo americanas. Lo natural, cuando te tira eso, es evolucionar hacia el hardcore. Tocábamos en bandas de las diferentes ramas del hardcore y, bueno, nos conocimos compartiendo local, yendo a conciertos, esas cosas… En un momento decidimos hacer un grupo, pero sin cantante. De la gente que íbamos a tocar juntos ninguno sabía cantar y todo fluyó de manera natural. No pretendíamos ni hacer post-rock ni post-metal. Nos gusta mucho experimentar, pero también grupos metal como Mastodon o Neurosis. Pero, en el fondo, todo conduce al mismo lugar Si nos ves tocar la guitarra te darás cuenta que hacemos punk-rock, con efectos pero punk-rock [risas].

-En vivo sorprende su actitud. Parece como si la música penetrase dentro de ustedes como una descarga de electricidad. ¿Hay momentos en los que se enajenan?
-Bueno, es algo que nos comentan mucho. Creo que somos un grupo que se ve que lo estamos pasando bien en el escenario, que se mueve y sonríe. Muchas veces cuando íbamos por Europa llamábamos la atención porque las bandas con las que tocábamos solían ser muy estáticas. A nosotros lo que más nos gusta del mundo es tocar en directo, así que ¿por qué no vamos a ir al escenario a pasarlo bien y a dejar toda nuestra energía? En cuanto subimos a las tablas nos concentramos en una cosa: dar el 100% de nosotros y transmitir al público toda esa energía. La música nos lleva totalmente. A mí, por ejemplo, me dejaban flipado los directos de bandas como At The Drive In y, bueno, creo que eso es lo que un grupo tiene que hacer. Darlo todo y dejarse hasta la última gota de sudor.

-Creo que eran Lisabö los que decían que se sentían como si hubiesen tenido una pelea. ¿Cómo se quedan ustedes tras un concierto?
-A mí la verdad es que al termina un concierto me duele todo. Incluso, si damos concierto el viernes y el sábado el domingo te levantas con agujetas. Es como si acabásemos de jugar un partido de fútbol. Yo hice karate muchos años y esto me recuerda a cómo me sentía después de un entrenamiento de kárate [risas].

-Tienen fama de tocar muy alto. Incluso han tenido problemas en el extranjero por ello. ¿Qué ocurrió?
-Bueno, en la primera gira europea no tuvimos nunca ningún problema. Sin embargo, cuando volvimos por segunda vez en Bélgica, nos encontramos con que existía en el lugar que tocábamos una ley municipal al respecto. En la mesa había un medidor de decibelios y, al terminar el concierto, se hacía una media. De ahí, se se redactaba un informe. Los promotores del festival lo tenían que llevar al Ayuntamiento. Si se pasaban de x decibelios, creo recordar que eran 104, los multaban. El motivo era la salud de la audiencia, no los vecinos. Y, claro, nosotros al probar veíamos que solo la batería iba a 101 decibelios [risas]. Tuvimos que hacer cosas como poner los amplis de espaldas al público para poder sacar nuestro sonido. En el caso de Toundra el volumen es importante. Una de nuestras características es precisamente ese volumen. Más bajo no tiene sentido.

-¿Me recomienda entonces que lleve tapones al concierto de Santiago?
-Sí, te recomiendo que lleves tapones y que te los quites dentro del concierto para poder sentir toda la fuerza [risas]. Nuestro batería, por ejemplo, tiene que tocar ahora con cascos de obra porque se estaba quedando sordo. Yo voy a tener que tomar medidas al respecto. Noto que después de tocar durante un día tengo un pitido constante en el oído. Si tu vienes a un concierto no pasa nada pero nosotros, entre ensayos y conciertos, estamos sometidos a un volumen muy fuerte varios días a la semana. Y eso pasa factura. Pero tampoco no es nada que no se haya hecho antes.

-Dicen que “III” es un disco oscuro y refleja el estado actual de las cosas a nivel social. Cuesta verlo en un disco instrumental sin el apoyo de las letras. ¿Cómo le dan la «temática» a lo instrumental?
-En cuando empezamos a componer para este disco vimos que podíamos generar la sensación de nausea y de asfixia, por el tipo de armonías que utilizábamos y la presión de frecuencias. Pretendíamos un disco más oscuro porque es lo que la gente nos decía de nuestro directo en relación a “II”. Aquel era más luminoso, pero en directo se transformaba en todo un puñetazo en la cara. Queríamos reflejar ese sonido. Además de ello, hay una gran influencia en nosotros que es Led Zeppelin. Ellos jugaban mucho con el oscurantismo y las ciencias ocultas y era un pequeño homenaje que les queríamos volver a rendir. De hecho, los discos se llaman I, II y III como un pequeño guiño a esa gran influencia que ha sido Led Zeppelin para nosotros. Luego, cuando ya lo pusimos en descarga, la gente nos decía que había mucha rabia en las canciones. A posterori, lo piensas y te das cuenta de que estuvimos yendo al local puteados por la situación global que estamos viviendo. Muchos hemos perdido nuestro trabajo y nuestras familias han sido víctimas de todo ello. Por ejemplo, mi hermana ha tenido que emigrar fuera del país y a mis padres les han privatizado el hospital en el que trabajan. Es por ello que estamos más cabreados y eso se terminó plasmando en la música. Esa reflexión la hice y la solté en una entrevista. Cuando se este totalmente feliz la creación artística es más difícil de llevar a cabo. Es mejor centrarse en el descontento. Y yo, particularmente, estoy muy en descontento con el sinsentido que tenemos ahora mismo en nuestro país.

-Me llama poderosamente la atención en Toundra su batería. Es mucho más que el 25% del grupo. ¿Piensa lo mismo?
-Es el motor. De hecho, en el primer disco Alex no estaba. Entró para hacer unos conciertos y se quedó. Muchas veces nos preguntan por cuál ha sido nuestro punto de inflexión y decimos que ha sido la entrada de Alex, un batería como yo nunca he visto. Nunca he tocado con alguien tan bueno, con tan buenas ideas y, sobre todo, con una mente tan abierta a comentarios y proposiciones. Eso es algo fundamental para componer. Nosotros llegamos con la idea de la canción en plan “esto va así y esto asá”. Luego llega Alex y le da la vuelta a todo. Somos conscientes de que es el mejor instrumentista de todos nosotros.

-Comparten cartel con Pony Bravo. ¿Son fans?
-Los he visto ya cinco veces en directo y, sí, soy muy fan de ellos, de su música y de su modo de ir adelante. Tal y como he visto cómo han canalizado su música, su manera de llevarla casi do it yourself, es un grupo que no solo admiro sino que respeto. Creo que son muy necesarios en la escena actual. Aparte, los he conocido personalmente y he visto que son gente super maja.

-Un cartel como este, con Pony Bravo y Toundra, ha logrado mucha atención. Parece el triunfo de una nueva generación de bandas en España que usan unos canales diferentes a los habituales. Y no me refiero solo a “regalar” la música en Internet, sino sacar la cabeza al margen de la prensa oficial, a través de las correas de transmisión entre fans.
-A lo mejor me gano algún enemigo con esto. Yo trabajo en la industria de la música, si se le puede llamar así a lo que existe en este país. Quizá sería mejor decir artesanía de la música. Tengo 25 años, empecé con 19 tanto a trabajar en esto como a tocar en mi grupo. Siempre fue ignorado, un grupo que todo el mundo de tomaba como “el grupo de hardcoretas que tiene Esteban el que trabaja en X sitio”. Poco a poco, con trabajo y con sacrificio de todos los miembros del grupo y de la gente que nos apoya como nuestro sello, vemos que estamos llegando incluso más lejos que otros grupos que usan otro tipo de herramientas para conseguir ese éxito entre comillas mediático, que nosotros o Pony Bravo no alcanzamos. Y lo siento mucho, pero a mí se me dibuja una sonrisa en la boca cuando grupos así crecen constantemente y la gente, al final, tiene que darse la vuelta al cuello sorprendida de que estemos creciendo. A veces lo pienso: la generación que estábamos tocando toda la puta vida en salas sin licencia con aforo de 100 personas al final nos estamos llevamos el gato al agua. Me hace muy feliz, porque es la constatación del triunfo de la honradez, de la honestidad y del trabajo.

-¿Y como se sienten cuando esos medios que les ignoraban ahora muestran interés en ustedes?
-Bueno, lo veo lógico. Yo soy periodista y entiendo a la prensa. Con toda la saturación que hay de bandas, de festivales y de conciertos sea difícil focalizar la atención y atender a todos. Ahí está la gracia: no todo vale. Lo que pasa es que nosotros, al ser propuestas que, en principio, podrían ser más minoritarias, costaba más conseguir esa atención. Al final, se ha demostrado que el oído del público español es súper abierto. En Santiago se podrá ver la mayor manifestación de ello: ir a ver a Pony Bravo y a Toundra a la vez y que te gusten los dos grupos, tampoco es fácil. Creo que el hecho de que la prensa nos haga caso ahora es bueno, en el sentido de que se produzca una comunicación a dos bandas: desde la prensa al público y desde el público a la prensa. Eso está genial. Yo no tengo rabia hacia nadie, no tengo tiempo que perder.

-Usted es más joven. Yo vengo de una época en la que había Ruta 66 o Rockdelux. A nivel independiente o salías ahí o no te comías nada. De repende, esas revistas y las que vinieron luego continúan con su inercia de señalar los grupos que valen o no, pero se producen unos movimientos subterráneos que desmotan totalmente esa dinámica. Desde ustedes o Pony Bravo a Los Punsetes o Vetusta Morla, parece que la prensa ha perdido ese monopolio. Creo que ello resulta saludable.
-Si estudias lo que ha pasado en los últimos años parece que la prensa ha perdido prescripción respecto a los gustos de la audiencia. Pero eso resulta demasiado superficial, porque a lo mejor lo que X redactor opina en X revista no va a misa, pero luego lo que dice en su Twitter sí. Es peligroso que se tome a la prensa como algo que ya no vale. Debe haber un filtro para todo. Igual que yo no hablo de medicina porque no tengo ni idea y no me puedo atrever, la opinión que pueda tener mi padre sobre la actualidad musical de este país no puede tener la misma legitimidad que un periodista que lleva años trabajando, que se ha documentado durante todo este tiempo y que sabe escribir. Creo que la figura del público y de la prensa han de convivir y han de ser tomadas de forma diferente. Quizá debería pasar como lo que sería necesario en el Congreso, que el pueblo llano controlase a los diputados siendo estos los periodistas, siempre vigilados por su audiencia. Pienso que esto es un triunfo de los gustos musicales frente a las marcas. Muchas veces ocurría que marcas como Sony, Warner y esas a veces provenían de grupos empresariales que nada tenían que ver con la música pero metían mucha publicidad porque tenían dinero y lograban que salieran sus contenidos. El que ahora la audiencia tenga tanta prescripción puede servir como un sistema de control a la prensa, pero la prense sigue siendo muy necesaria.