La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Hace 20 años que en el rock independiente nacional surgió algo excitante. Un disco como El Inquilino Comunista suponía un huracán de aire fresco. Y también una patada a los Revolver, Presuntos Implicados y Manolo Tena que atronaban a todas horas en las radios. Eran tiempos de militar, de situarse en un bando y, la verdad, el top-40 provocaba nauseas. Ellos nos conectaba con Sonic Youth, Pixies, Pavement y Yo La tengo. Es decir, con parte de la mejor música de guitarras que se estaba haciendo en EE.UU entonces, la que obligaba a subir el volumen y nos volvía locos. Aquel vinilo, editado por la indie Radiatation y que había estado precedido del rimbombante (y agotadísimo) Extended Play, ponía sobre la mesa un nuevo rock en España. Sí, antes habían estado Penelope Trip, Cancer Moon y Penelope Trip claro, pero aquí se producía un kilómetro cero más de distorsión, camisas de cuadros y spanglish a granel.

Con el tiempo se devaluó, se desprestigió y se renegó (si las hemerotecas pudieran repartir bofetones…). Se decía que habían caído en la mimesis, que no existía fondo tras ese ejercicio meramente estético y que El Inquilino Comunista no merecía continuar con la bendición que la prensa le había dado en su momento. Pero abajo del escenario, entre el publico, aquel sonido se vivía con una intensidad total hasta el punto de convertirse en algo emocional (y generacional). Por eso hoy que se cumplen 20 años de la salida al mercado del disco es el momento de decir que, sí, que hicimos pogo con ellos, que acabamos con la paciencia de nuestros vecinos escuchándolo a todas horas y que, en fin, nos llegamos a sentir muy pero que muy especiales escuchándolos. Démosle al play.