La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Yo La Tengo
Santiago, Sala Capitol
4-2-2013

Ira Kaplan, la voz y guitarra de Yo La Tengo, tiene ya 56 años. Usa la misma camiseta a rayas gruesas de toda la vida. También las zapatillas All Star y los vaqueros Levi’s de siempre. Asoma alguna brizna grisácea en su caballera rizada, pero poco más. La fotografía tomada el lunes sobre el escenario de la sala Capitol de Santiago en poco o en nada difiere de la que se le podía haber hecho en el Festival de Benicassim de 1998. En cuanto sonaron los acordes iniciales de Tom Courtenay también se podía realizar el viaje espacio-temporal del mismo modo. Igual que su rostro, tanto da que hayan pasado los años por el hit yolatenguiano por excelencia. Continúa sin mostrar arrugas. Todo lo contrario, surge pletórico, con sus perfectas curvas pop, su envolvente tempo al ralentí y con la chispa final extraída de su guitarra. Abajo, muchos se sentían reconfortados, como en casa de nuevo. Sí, ver a Yo La Tengo resulta similar a volver al hogar que un día se dejó atrás cuando llegó la independencia y ver que todo sigue más o menos igual. Afortunadamente, claro. Hay cosas que es mejor que no cambien mucho.

Retornaba el trío de Nueva Jersey a la sala Capitol de Santiago. Hacía dos años que habían ofrecido allí un concierto notable, aunque algo disperso. Algunos reprocharon falta de concreción en su planteamiento entonces. Otros lloraron por más electricidad. Nada de esto ocurrió en esta ocasión. El grupo rozó la perfección. Solo faltaron unas butacas en el primer tramo de la actuación cuando optaron por la fragilidad, las escobillas y los susurros. También un corcho en la boca de unos poquitos charlatanes alérgicos a la educación que pagan una entrada para no se sabe muy bien qué. Y, bueno, también sobró un intermedio de 35 minutos excesivo para los que trabajaban al día siguiente. El resto, ni más ni menos que la confirmación de que Yo La Tengo no solo son grandes, muy grandes. También que, cuando ya rozan los 30 años de andadura, su discurso continúa tan vivo y atractivo como el primer día.

Realmente se podría decir que el lunes se pudo asistir a dos conciertos en uno. Tal y como venían haciendo en la gira americana, Yo La Tengo plantearon una actuación de doble cara perfectamente diferenciada. Primero, sentados, apelando al formato acústico y secundados por unos árboles a modo de decorado teatral que le daban un aire de paradisíaco jardín pop. Después, en pie, girando el volumen de las guitarras y apuntando con ellas al éxtasis hipnótico-ruidista. En el arranque, calmo, abrieron contenidos con una versión de Ohm de electricidad mutilada. Y se pasearon durante una hora por la suavidad que reina mayoritariamente en Fade, su último trabajo. Cayeron, como era previsible, muchas de este. Todas en paños menores. A Ohm le siguieron un Paddle Foward sin lija, The Point Of It con el mismo tono balsámico que en el álbum o Cornelia and Jane, con una Georgia magnífica demostrando que la suya es una voz magnífica. También se produjeron oportunas visitas al pasado, como Our Way To Fall o su ya mítica versión del Spedding Motorcycle de Daniel Johnson que, entre palmas, puso el punto y aparte al recital.

Luego, lo dicho: la electricidad, mucha electricidad. Stupid Things abrió el telón. Y al rato se invocó al fantasma velvetiano. James McNew le dió al todo, de cuando en cuando, el trote guitarrero de Lou Reed. Georgia el punto de batería de Mo Tucker e Ira, pues Ira, se dedicó a extraer rayos y centellas de sus seis cuerdas. Hubo, sobre todo, dos momentazos: el de Ohm bañada en vatios realzándose como un nuevo himno ya dentro de la producción del grupo y, muy especialmente, la locura de Pass The Hatchet, I Think I’m Goodkind. Toda la electricidad que faltó en la visita del 2010 estuvo aquí. Quince minutos comandados por un bajo obsesivo que sonaron a cuarto y mitad de gloria y nos hicieron reecontraron con aquellos Yo la Tengo de finales de los ochenta, cuando May I Sing With Me empezó a pasar de cinta virgen en cinta virgen. Igual de excitantes, igual de ruidosos, igual de demoledores.

Tras ello, todo podía terminar. Nada se podría objetar. Pero no, llegó un bis con aroma de improvisación. Así como quien no quiere la cosa, se marcaron una molona versión del Whatcha Gonna Do About It de los Small Faces, una sorprendente revisión acústica de Big Day Coming y una lectura del Farmer’s Daughter de los Beach Boys. Y adiós. Punto final para una actuación memorable que, ojalá, se repita con su próximo lanzamiento.

Fotos: Xavier Valiño

Yo La Tengo interpretando «Tom Courtenay» en Santiago