La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Resulta difícil encontrar a alguien a quien le caiga mal Robbie Williams. Al igual que ocurre, por ejemplo, con Kylie Minogue o los chicos de Estopa el niño bonito del pop británico pertenece a esa clase de personas que desprende encanto y simpatía por los cuatro costados. No se trata de una figura musical de primer orden, de acuerdo. Pero tampoco un desecho. Su apañado grandes éxitos aún hoy puede animar mil y una fiesta y sus facultades como showman resultan innegables.

Pero hay más mucho más. Pese a no ser precisamente un adonis, las vuelve locas con ese punto de canalla entrañable que siempre luce una sonrisa. Y todo ello generando entre la gran mayoría de los hombres esa sensación cómplice de «yo en su lugar estaría haciendo lo mismo». Claro. ¿Quién no querría, por ejemplo, protagonizar la portada de Sing When You’re Winning (2000) celebrando el triunfo de su equipo de fútbol? ¿Quién se negaría a meterse con Kylie Minogue en un yacusi tal y como hizo en el mítico vídeo de Kids? ¿Quién rehuiría a ponerse el traje de Frank Sinatra y aparecer en londinense Royal Albert Hall como todo un crooner? Pocos, muy pocos. Seguro

Quizá por este motivo, por esa capacidad innata de seducir a las masas, Robbie Williams se ha ganado fácilmente el título del rey del pop cuando abandonó Take That. Lo mantuvo con facilidad en los noventa y en la mayor parte de la década pasada pero, últimamente, sin embargo, existían muchas dudas. Él lo sabía y por ello ha decidido titular su nuevo disco como Take The Crown (tomar la corona). «El álbum se llama así porque quiero luchar», señala el artista en la nota promocional de la discográfica. «Quiero luchar contra cualquier que se interponga en mi camino en el reino del pop. Quiero retener la corona que un día tuve. Que aún puedo tener. Quiero comunicar a las personas que adoro este trabajo y que lucharé por ello», anuncia.

Ello llega tras su segundo periplo con Take That, en la triunfal gira de reunión. Después de la sobredosis de aplausos y dólares, se trasladó a Los Ángeles para grabar junto a Jacknife Lee (U2, Snow Patrol, REM) su nuevo trabajo. Y lo hizo con una nómina de músicos de lujo. Apunten: Troy Van Leewen (guitarra de Queens Of The Stone Age), Blake Mills (guitarrista de Band Of Horses), Justin Meldal-Johnson (bajista de Beck, Air y M83) y Owen Pallet ( el arreglista de Arcade Fire) son algunos de ellos. ¿El resultado? Un álbum abiertamente comercial, como era de esperar, pero sorprendentemente ochentero.

El single de adelanto, Candy, lleva la firma de su excompañero Gary Barlow y se presenta como un juguetona pieza de pop que podría despistar. Sí, porque son canciones como Different (el nuevo sencillo, también con Barlow en la nómina), la autoparódica Shit On The Radio («irónicamente soy yo esa cosa que está en la radio», apunta) o la inaugural Be a Boy en las que —teclados de época, pechos hinchados a lo U2 y búsqueda del estribillo-himno mediante—, late el verdadero espíritu de este nuevo paso en el que apenas existen asideros a los que agarrarse. No, mucho nos tememos de que ninguno de sus singles terminará colándose en nuestros Iphones.

Con él retornará a los escenarios, reclamando la corona perdida. Habrá que ver si la comunidad pop se la entrega. Al contrario que en el sector de las divas pop, en el territorio masculino apenas hay competencia. Estaremos atentos.

Vídeo de «Candy», el primer single de este disco