La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Michel Cloup
Festival Sinsal é Normal
Sala Normal, A Coruña
10-11-2012

Los grupos son para los jóvenes, los solistas para los mayores. No recuerdo quién dijo la frase, pero, generalizando mucho, se le podría dar la razón. En los noventa, por ejemplo, muchos se tiraban a cualquier debut del brit-pop en vez de degustar los discos en solitario de Grant McLennan. Estos quedaban acotados, casi por exclusiva, a los viejos fans de Go-Betweens. El caso de Michel Cloup resulta parecido hoy en día. Integrante de dos de las formaciones más excitantes del rock europeo de las dos últimas décadas, Diabologum y Experience, editó el año pasado Notre Silence a su nombre. Difícilmente algún oído virgen se acercó a él, quedándose para los muy devotos del francés: aquellos que no tiraron la toalla cuando Experience empezó a coquetear con el nu-metal allá por 2004 con Hemisphere Gauche.

Eso puede explicar el paisaje de su concierto en A Coruña dentro del festival Sinsal é Normal. Más en la cuarentena que en la veintena, el público confirmó, una vez más, que aquel indie que acompañó muchas juventudes entre los ochenta y los noventa hace mucho tiempo que es tan mayor como sus seguidores. Aburguesado en auditorios-de-acústica-perfecta, coqueteando en ocasiones con el sibaritismo del-marco-incomparable y generalmente respaldado por la vía institucional, cada vez tira más de conceptos tipo “ex miembro de” y “proyecto en solitario de”. Sí, los que produce el mismo efecto que en los noventa generaba McLennan: echar para atrás no solo a la gente más joven, sino a muchos de aquellos fans que ven, en ocasiones, esas huidas hacia adelante como capítulos menores de los artistas.

Michel Cloup demostró pronto el error. El de la chavalada y el de los desencantados. Dándole una vuelta de tuerca a su trabajo en Diabologum y Experience, su versión mínima opta por el ralentí, pero ofrece la misma fuerza y mordiente. Y también logra multiplicar hasta el infinito la energía de los discos. Con esa dicción suya tan característica, una especie de rapeo violentamente bello, trenzó una hora y pico sencillamente maravillosa. Salvo el bis, quizá algo volátil, en el resto del recital no sobró ni un solo minuto. Ni la escalada constante y trepidante de Cette Colère, ni ese post-blues arrastrado y poderoso de L’fant ni, por supuesto, la masa de ruido y batería de Notre Silence, descolocando la columna de unos fans que, sin querer, intuyeron entre sombras el fantasma de lo que en su día fue Diabologum.

A ras de suelo, creando un clima perfecto, Cloup y su lugarteniente Patrice Cartier (realmente espléndido a la batería) jugaron al menos es más y se metieron a la audiencia en el bolsillo. Hipnotizándola con sus bucles repetitivos, regalándole retazos de guitarra superpuestos y de efecto narcótico, llevándolos por un camino misterioso pero familiar hacia ese placer oscuro y rugoso al que tantas noches se invocó hace años. Por ello, hay quien continúa escuchando esta nueva rama de la que cuelga ahora Michel Cloup. Por ello, los veinteañeros curiosos y enterados fliparon con el concierto. Por ello los que, desencantados, lo habíamos dejado de lado en día, terminamos entusiasmados comprándole el disco al terminar con un pensamiento: probablemente este haya sido el mejor concierto en la ciudad del arranque de temporada.

A veces los mayores, algunos mayores, tienen razón. Y Sinsal ha vuelto a demostrar que rara vez falla cuando elige.