La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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The Jayhawks
Santiago, Sala Capitol
27-9-2012

Poco tardaron Gary Louris y Mark Olson en poner las cartas boca arriba. Sonó, de tercera, Red’s Song. Y el rostro de la audiencia se arqueó en un gesto de pura felicidad. Las melodías -cristalinas, impolutas, deliciosas- sonaban a gloria celestial. Las cabezas se ladeaban y los ojos se cerraban. Se trataba de la magia a la que se refería Gary Louris en la entrevista que concedió el jueves pasado a La Voz. Un bienestar sin arrebato ni tensión. Sí, la fuerza que en otras ocasiones habían exhibido The Jayhawks en vivo se había esfumado. El acento ahora caía en las voces. Más Byrds que nunca, Olson y Louris se mostraba como orfebres de la canción trenzando con sus gargantas juegos vocales ma-ra-vi-llo-sos. Respaldados por la de la teclista Karen Grotberg, se convertían en algo-aún-más-ma-ra-vi-llo-so. En apenas tres minutos la sala ya tenía el clima perfecto para desarrollar un concierto que pretendía, más que nada, una cosa: reblandecer corazones. Lo de apelar el músculo y el nervio quedaba para otra ocasión.

Lo consiguieron. Cuando finalizó la canción, muchos ya comían de su mano. Otros, sin embargo, echaban en falta una fuerza power-popera que no llegó a plasmarse del todo en ningún momento. Los Jayhawks de la vuelta a la dupla mítica no venían a eso. No había nada que hacer. Lo que acontecía en Capitol mostraba un modo de disfrutar de la banda inédito para muchos. Nunca habían sonado tan delicados desde la marcha del ahora retornado Olson. Se le veía pletórico, piropeando a Santiago y encantado de encantar con la guitarra acústica y su cara de buena persona. Louris complementaba la mueca con la Gibson SG atenuada y esa actitud suya, más chulesca y distante. Cara y cruz de una misma moneda. Al rato, Two Angels continuó el paseo por ese rock balsámico y fuera de tiempo y anticipó la grandísima noche que se iba a vivir.

Todo giró alrededor de las dos obras magnas firmadas por la pareja: Hollywood Town Tall (1992) y Tomorrow The Green Grass (1995). El paseo entre ambas se alternó con picoteos escogidos de Mockingbird Time (2011), el disco con el que Olson regresó a la nave nodriza. Bastante inferior en las escuchas domésticas, ganó sin embargo en escena. Canciones como She Walks In So Many Ways o Closer To Your Side no desentonaron entre los clásicos. Tampoco las visitas al Rainy Day Music (2003), como ese Tampa To Tulsa con la que inauguraron el bis. Ni mucho menos la sorpresa que supuso la lectura del Sin City de los Flying Burrito Brothers, a mitad de concierto.

Pero, como era previsible, la magia se buscó en el catálogo de joyas del periodo 1992-1995. Y se encontró con los mismos pinchazos de placer que Red’s Song y Two Angels. ¿Cómo no sentirlo con ese Blue y su estribillo llegado del paraíso de los grandes estribillos? ¿Qué decir de esos I’d Run Away y Miss Williams Guitar, surgiendo como himnos de un modo de hacer pop con carcasa rock sin fecha de caducidad? ¿Y de qué manera uno se puede resistir a la emoción pura de Waiting For The Sun flotando poco antes de terminar todo? Son apenas unos ejemplos de los muchos que provocaron que la gente, entusiasmada, terminase con un deseo: !Queremos más! Pero ellos, rácanos, no regalaron un segundo bis. El público, instanto a ello “oeoeoeoeoeoeo” con la música de ambiente y el telón corrido, se lo merecía. Y eso que, al parecer, el set list incluía hasta tres temas a mayores.

La ausencia de ese caramelito final, junto al escamoteo de canciones del nunca bien ponderado Sound Of Lies (vale, en él no estaba Olson, pero tampoco en Rainy Day Music) conformaron los únicos peros de aquellos que, al final, llegaron a ese punto en el que, sí, su corazón mutó en cera derretida por el calor de la música. El resto no lograban borrar el recuerdo de conciertos pasados. Se dieron cuenta, tarde, de que la cosa iba por otro camino. Una senda (felizmente) complementaria y que no debería excluir, en mi opinión. No en la de los desencantados que, al final del bolo, seguían sin aprobar lo acontecido.

Foto: Xavier Valiño