La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Con motivo de los conciertos gallegos que The Cynics ofrecen estos días en Galicia los hemos requerido para una entrevista en La Voz. En principio esta se iba a publicar en el Fugas del pasado viernes, pero resultó imposible contactar antes con la banda antes del cierre del suplemento. Ahora recuperamos en Retroalimentación las palabras de Gregg Kostelich como aperitivo de los dos bolos que les quedan.

«Nosotros odiábamos el techno pop y cualquier cosa sin guitarras». Habla Gregg Kostelich. En 1983 fundó en Pittsburgh The Cynics con su compinche Michael Kastelic. Ambos manejaban un sencillo plan:«Ibamos a hacer la música que nos gustase, si a alguien le importaba bien, y si no también», recuerda. Sin saberlo, estaban prendiendo otra mecha más de un fenómeno, el revival garagero, cuya onda expansiva alcanzaría a cientos de clubes y garitos de medio mundo. «Se trataba de luchar contra lo establecido, no como ahora que, la verdad no veo rebelión ante nada», añade el músico que es una leyenda vida del rock underground. Sí, la cosa nunca fue más allá de la oscuridad y los delibelios en la cara. Estos días lo están demostrando en Galicia, dentro de una pequeña gira. Ayer estuvieron en Ourense. Hoy toca parada en A Coruña. Mañana, Santiago. ¿El motivo? La presentación de su último trabajo, el notable “Spinnin Wheel Motel”. Y algo más: demostrar que sus alaridos todavía son capaces de perturbar y emocionar como antes.

No vale quedarse en casa y escucharlos en el Spotify. Esto es otra cosa. Hay que sudar, vibrar y sentir la electricidad en el cuerpo. «Ahora los chicos ven vídeos en Youtube antes de ir a los conciertos y puede que haya quien piense que con eso llega», reflexiona Kastelic un tanto descolocado en el nuevo mundo digital. «Yo lo que le puedo prometer a la gente que vaya a venir a vernos es van a ver a una de las mejores bandas de rock n´roll en vivo, un grupo que trabaja duro para al día siguiente sonar aún mejor», continúa ufano. No lo pudieron hacer anoche en el clausurado Rock Club, el garito ourensano al que le dedicaron la canción homónima en su últimos disco. «Michael se inspiró en sus vivencias allí para hacer ese tema. Es triste que no sigan y que ahora tenga otra orientación musical, pero bueno, por lo menos no es una oficina del estado, una inmobiliaria o una cadena de supermercados». Quizá, en sus visitas a la ciudad de las Burgas fue donde degustaron eso que denominan fish-pie y que debe ser empanada. Les gustó. Tanto que no se olvidan de citarlo en la entrevista.

Pero no nos engañemos. Pese a que vengan con nuevo disco bajo el brazo, la mayoría de los seguidores de The Cynics miran a un glorioso pasado. Especialmente a un álbum: Rock n’ Roll (1989). Para muchos se trata del mejor trabajo del revival garage 80’s. Y no solo sigue irradiando magia a sus fans. También al grupo. «Llevaba tiempo sin escucharlo, pero cuando hicimos la gira de verano lo revisamos -señala Gregg-. Escogimos varias canciones para sentirlas otra vez en vivo. Ese trabajo es más fuerte y creo que está por encima de todos nuestros otros discos». ¿Por qué? ¿Cómo se logró en su día esa mezcla de garra, melodía y fuerza tan abrasadora? Greg confiesa que les pudo el amor propio y la aspiración de ser los mejores de la clase: «Lo tengo que admitir, estábamos muy cabreados entonces. Queríamos formar una gran banda, pero éramos claramente inferiores a los Lyres o los Chesterfield Kings. Ese disco fue algo así como decirles en la cara: “Joderos. Somos los mejores”. Realmente, aquella era una buena competición, no había nada malo contra las otras bandas, solo la aspiración de progresar. Yo no veo que ese clima continúe ahora. La música es solo bla bla bla, ruido de fondo, sin mensajes en las letras».

¿Y cómo se llevan con todos aquellos grupos después de tantos años? «Actualmente tengo incluso más contacto con Greg de los Chesterfield Kings que antes. Y también con The Fleshtones, que siempre han sido unos tipos fantásticos. Los Lyres y los Fuzztones andan juntos desde hace un año, pero no tenemos tanta conexión como en los ochenta». Las palabras de Gregg Kostelich suenan, definitivamente, a otra era, a la de una generación que quiso rescatar la esencia del rock crudo para encontrar ahí su propia salvación. ¿Ve quizá algún paralelismo entre aquello y lo que hoy en día son The Hives o fueron, hace poco, White Stripes para los chicos de hoy en día?« Buff, no lo sé.The Hives están bien. Escuché el primer disco de los White Stripes, pero luego no continué con los siguientes. Lo mismo me ocurre con los Black Keys. Me gusta el sonido, entiendo por dónde van, pero no me llenan totalmente. Gene Clark, The Byrds, The Ducth Outsiders, Q65, Blues Magoos sí que me llenan. Discos como el Who Sell Out de The Who o el Something Else de The Kinks, algunos de los Stones, de los Beatles, los Beach Boys o Bob Dylan esos son los que me llenan. Por cierto, escuché un tema del nuevo de Dylan antes de salir de EE.UU. Me sentí muy feliz por él, porque suena muy bien».

El músico admite que siempre se vio a sí mismo como «el hermano mayor o el padre de The Cynics». Últimamente, con las nuevas incorporaciones en la banda (el batería Pablo González Pibli y el bajista Angel Kaplan, ambos de Doctor Explosión), empieza a sentirse «el abuelo del grupo». En esa tesitura el futuro de la banda resulta incierto. Pero tan incierto como las últimas tres décadas. «Hoy me preguntaba si este será este nuestro último tour. Llevo llevo diciendo esto, desde que sacamos 12 Flights Up -admite-. Nosotros simplemente somos tan buenos como lo será nuestro siguiente disco. Sin las canciones no tenemos futuro. Hasta ese momento no me preocupo, como un auténtico cínico. Solo deseo sentirme creativo otra vez. A lo mejor todo depende de los políticos. Puede que Michael y yo nos cabreemos y hagamos un nuevo elepé de garage-punk sobre eso».

Fragmento de una actuación del grupo el verano pasado en Valencia