La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Ana Curra “El Acto”
Santiago de Compostela, Sala Capitol
15-9-2012

Será la crisis económica, la desmemoria histórica o que, tal y como decía Ana Curra el pasado viernes en el Fugas, «Parálisis Permanente siguen siendo un grupo de culto», pero lo cierto es que el pase santiagués de la gira de El Acto presentó una grave carencia: la falta de público. Con la banda sonando como una apisonadora, un repertorio infalible y una Ana Curra espléndida en su papel de maestra de ceremonias, el hecho que la sala apenas juntase a unas doscientas personas generó el vacío necesario para que la magia no se conjurase como debería.

Sí, porque aquello iba de revivir la fuerza de la juventud, de sentir el rock a cuchillo en la piel y terminar, todos juntos, sudando la misma pasión que goteaba por el corsé de cuero negro de la cantante. Y no, no sucedió eso. Los huecos de la Capitol fueron hielo aplacando el calor, impidiendo el contagio y dejando claro, para fastidiar, que no es lo mismo ser joven que recordar haberlo sido. Cuando un concierto concluye con Unidos y no se produce una clamorosa petición de bis algo falla.
 
Ello frustra, porque las reseñas previas de esta resurrección del mito de Parálisis Permanente hablaban de apoteosis. No de un simple buen concierto como el del sábado que, tras aclimatar la sala con fotografías de Alberto García-Alix, arrancó con El acto. Luego, dio su primer gran golpe con la mítica versión del Heroes de David Bowie. Siguió a golpe de bombo y guitarreo devorador con Tengo un pasajero. Y creó su clímax con Quiero ser santa, revitalizando su condición de himno. Todo ello, apoyado con la iconografía clásica de Parálisis Permanente y visuales creados para la ocasión, que ofrecieron un envoltorio perfecto.

Especialmente emotiva fue la pieza de Chopin que Curra interpretó con la imagen del fallecido Eduardo Benavente (líder del grupo y pareja suya entonces) a sus espaldas, sugiriendo que lo veía todo desde el más allá. Se iniciaba así de un bis completado con la mejor tripleta posible: Adictos a la lujuria, Autosuficiencia y Un día en Texas. Tremendas las tres. Seguramente, ni los propios Parálisis Permanente las harían sonar tan bien en su día. Pero abajo había mucho más cemento que calor para recibirlas. Una verdadera pena.