La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Fijo en todos los listados de mejores álbumes de la historia, «The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars» dio sepultura definitiva a los años sesenta, ofreciendo a la juventud un nuevo modo de vivir y sentir la cultura pop. En su 40º aniversario, Emi reedita esta obra maestra imperecedera

En 1971 ya nadie aspiraba a cambiar el mundo con flores en el pelo. Todas se habían marchitado en un mundo musical ajeno a la alegría en technicolor y la frescura de quien hace las cosas por primera vez. Un joven ávido de éxito sacó la cabeza por enésima vez. Era David Bowie. Ya lo había intentado como mod y hippie sin fortuna. Pero ahora había encontrado la clave. Una canción, Changes, lo anunciaba. Anunciaba una nueva era en la que él, esta vez sí, iba a marcar el tempo para convertirla en su tiempo. «Extraña fascinación, fascinándome / los cambios siguen el paso que llevo», cantaba con una autoridad desbordante. Y, efectivamente, lo hizo. Bowie abrió las puertas de un nuevo mundo a una generación que nada tenía que ver con la beatlemanía y su onda expansiva. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Entonces, aún no se podían afirmar esas cosas tan a la ligera.

«Tienes a tu madre loca / No sabe si eres un chico o una chica», cantaría años después en Rebel, Rebel del álbum Diamond Dogs (1974). Podría sintetizar el impacto social que causó la nueva vuelta de tuerca a la que fue sometida el pop en la primera mitad de los setenta. De pronto una parte de la juventud inglesa se sintió fascinada por un género que, frente al deseo colectivo de ruptura de los sesenta, apostaba por el cambio  individual, abandonándose a una especie de fantasía andrógina y teatral. Todo para evadirse completamente de la realidad. Era el glam-rock y esas madres que observaban preocupadas las metamorfosis de sus hijos descubrieron a la larga cuál era la causa que generaba ese efecto: The Rise And Fall Of Ziggy Stardust and The Spiders From Mars.

Hace 40 años que ese disco vio la luz y, sin él, muchas cosas serían diferentes en la música popular. También en miles de cuartos adolescentes de la época. Era el cuarto trabajo del músico británico, que ya había demostrado su calidad en Hunky Dory (1971), el álbum que incluía la citada Changes. Allí se había mostrado  en portada como Greta Garbo rizando el rizo de la ambigüedad. Pero con Ziggy Stardust iría muchísimo más allá, creando un alter ego que ya forma parte de la historia del rock.

La idea es sencilla. Un personaje alienígena y andrógino llega a la tierra  para anunciar que el mundo desaparecerá en cinco años. Enfundado en un mono plateado, con el pelo rojo, las cejas depiladas y una capa con motivos orientales apareció como la criatura roquera  más insólita de la historia. También la más cautivadora. En ella Bowie volcaba muchas de sus obsesiones. Tal y como recuerda  Christoper Sandford en la biografía Amando al extraterrestre, en ese personaje existen ecos de Lou Reed a Iggy Pop. También se detectan ramalazos de Andy Warhol, H.P. Lovecraft y Robert Heinlein. Y una influencia clave: Vince Taylor, el llamado Elvis francés que llegó a mostrarse ante sus fans como el verdadero Jesucristo. El puzle lo completa el kabuki japonés.

Acompañando a Ziggy se encontraba una banda de excepción, The Spiders From Mars (las arañas de marte). Eran Mick Ronson (guitarra, piano y coros), Trevor Bolder (bajo) y Mick Woodmansey (batería). Juntos crearon el sonido perfecto para vehicular la aventura de Ziggy en la tierra. Delicado y potente, profundamente lírico y extremadamente físico, ese magma de guitarras, pianos, violines, saxos, flautas y todo tipo de instrumentación se abrió como un gran abrazo invisible a los marginados del mundo. Para comprobarlo, nada mejor que dejar caer la aguja. Y hacer caso a la indicación de la contraportada, esa que dice «Escúchese alto». Así el oyente sentirá, absorto, el arañazo eléctrico de unas guitarras  que, efectivamente, llegan de una región desconocida. Como un viaje musical, ese puñado de canciones generaban un boquete en la vida gris de unos jóvenes que ansiaban pintar de color su melancolía, entregándose a esa luz.

La inmaculada belleza de Moonage Daydream lo define mejor que nada. «Aprieta tu rostro espacial cerca del mío, amor /alucina con una fantasía lunar… ¡oh sí!», canta Bowie con la voz entrecortada antes de que Ronson  inicie un viaje interestelar. Es uno de los momentos cumbre de un disco ambivalente, que se mueve entre el trazo limpio de melodías maravillosas (Starman, Ziggy Stardust) y la suciedad de esa capa de vatios que lo reboza en el fango. Todo hasta llegar al drama de Rock n’ Roll Suicide, en el que muere Ziggy desgallitándose. Vuelve entonces a surgir la pregunta. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Suena Five Years de fondo. Y va a ser que esta vez hay que contestar que sí.

Intrerpetación de «Ziggy Stardust» en la película Ziggy Stardust de D.A. Pennebaker