La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Jane Joyd
Auditorio del Ágora, A Coruña
26-4-2012

Pues sí. Jane Joyd ya se hizo mayor. El proyecto de Elba Fernández se mostró en el Ágora con un pie en la profesionalización. Arropada por seis músicos, siguiendo un guión medido al milímetro y con el encantador Shy Little Jane presents.The Dramatic Tale of Her Animals como reclamo, ofreció el sábado una hora y pico que suena al principio de algo. Si hace dos años asomaba la cabeza como una promesa indie para el bis a bis, ahora parece que quiera dejar claro que lo suyo va más allá de actuar frente a medio centenar de personas y la estrechez de lo acústico. Y dijo vistiendo su repertorio, poniéndole traje negro, camisa blanca y brillos de metal, dándole, en definitiva, cuerpo de algo grande. El público, entusiasmado, le dio totalmente la razón.

Solo hay un pero. O dos. Y quizá contradictorios pero que, entrelazados, se complementan. El primero, la sensación de que esa profesionalización, de ir todo tan calculado, le quitó algo de la soltura y la chispa que la artista ofrece en otros formatos más relajados, en los que la magia campa a sus anchas. El segundo, un cierto abuso en el ir al límite interpretativo y, en ocasiones, rebasarlo. Semeja como si Elba Fernández quisiera poner toda la carne en el asador en esas escaladas épicas a las que se ha agarrado ahora. Si la garganta podía ir bien a ocho, ella la llevaba a diez. O a once, dejando a más de un oyente, por momentos, algo desbordado y confundido. «La canción del final la repitieron, ¿no?», se podía escuchar a la salida a un espectador que, en su pregunta, reclama mayor mesura y contención. Nada que no se pueda moldear, bolo a bolo, hasta dar con el punto exacto.

Sí, no seamos aguafiestas ahora porque lo otro, lo importante, brilló con intensidad en el Ágora. Desde esa apertura a oscuras con The Cage, el último tema del epé, quedó claro el tono de luces y (muchas) sombras que presidiría el concierto. Voz desnuda. Respuesta orquestal. Subidas y bajadas. Pentagramas en tensión. Estampidas vocales. Y masaje de percusión posterior. Se perseguía causar impacto en el espectador en torno a marear la emoción y la sobriedad en ese sube-baja. Y se logró. Todo para llevarlo hacia el relax de My Loneliless y Dead Fish previo paso por un interludio de piano y con desembocadura en Last Days. Perteneciente a su primer demo-epé no publicado, parecía llegado de otra era. Y fue acogido con todo el cariño del mundo.

Entremedias, hubo sitio para los homenajes habituales de la artista. Primero, un The Wolves de Bon Iver mecido con chelo, guitarra acústica y una pizca de belleza marca de la casa. Segundo, el Hardly Wait de Pj Harvey felizmente adaptado al universo de Jane Joyd. Y todo ello junto a algún tema nuevo, un pequeño pasaje de cuerdas y un The Nightmare final. Llegada del pasado, que cerró en apoteosis el concierto entre aplausos. Los latidos del corazón que cierran el epé a todo volumen pusieron el resto.

El bis se armó con con Renard Came to My House, Stole My Smile and Left Forever y un Heartless Horse final que ponía fin al concierto pulsando el botón de escape libre a todo lo que se vino mascullando desde el inicio. Sí, con el crescendo definitivo trotando entre cuerdas de piano, juegos de luces y la garganta de una artista pequeña que crece, día a día, a base de pequeños triunfos como del sábado. Ahora toca el asalto nacional. La duda recae sobre si económicamente se podrá mantener este formato más allá de lo local. Al terminar el concierto sus integrantes decían que, al respecto, hay buenas noticias. Habrá que permanecer a la espera.

Foto: César Quian