La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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El pop necesita figuras como Lana del Rey. Figuras que alimenten las pasiones, incendien los foros y mantengan tenso todo eso que rodea la música más allá de la música misma. Irrumpió a finales del año pasado y editó Born To Die a primeros de este, toda una eternidad era del trending topic y el «me gusta» de Facebook. Pero lejos de perderse en la velocidad de los tiempos, el debate sobre si merece asomar la cabeza en la división de las grandes permanece vivo. Y con él, la rueda multicolor del pop, ese cúmulo de emociones efímeras y exageradas en las que miles de jóvenes, y no tan jóvenes, proyectan su identidad, sus inquietudes y sus anhelos. El foco la alumbra, el amor/odio de miles de personas la mantiene vida y los festivales se la rifan. ¿Aguantará ahí Lana del Rey o se diluirá como esa niebla que envuelve su música? El tiempo lo dirá. Pero, mientras, miles de personas desean seguir discutiendo sobre ello.

Por ahora, esta neoyorkina que nació en 1986 con el nombre de Elizabeth Woolright Grant ha logrando muchas, muchísimas reacciones polarizadas. Todo aquel que esté más o menos conectado con la música de nuestro tiempo debe tener una opinión al respecto en le tertulia global del pop. Así, se la ha considerado un auténtico fraude musical, una figura retrógrada y machista que ideológicamente sitúa a la mujer a niveles de 1940 y una artista que, más allá de despertar el deseo masculino y mantenerlo firme, no tiene nada que ofrecer. Frente a ello, muchos la consideran la salvadora del pop moderno, una cantante hecha a sí misma desde la más estricta independencia, poseedora de un puñado de singles estupendos y con un estilo tremendamente original y oportuno: algo intermedio entre la diva del Hollywood de los cuarenta y una cantante de r&b.
 
Entre ambos polos de opinión quizá se pueda encontrar la medida exacta: Lana del Rey (revelador nombre que funde a la actriz Lana Turner y el Ford del Rey, un modelo de coche de los ochenta) se perfila como una figura interesante, pero tremendamente amplificada por esa imagen de mujer fatal contemporánea. Todo ello ha generado un personaje eclipsando la música que factura y que ha adoptado las revistas como su hábitat natural con una clara consecuencia: termina importando más que la marca Mulberry haya lanzado un bolso con su nombre que sus discutidos y discutibles valores artísticos. Arrasa en el voluble mundo de las tendencias, mientras que en el musical se le desprecia, relegándola, en el mejor de los casos, a una suerte de placer culpable.

Por partes. Más allá de filias y fobias particulares, no cabe la menor duda de que el personaje Lana del Rey se ha modelado muy bien. Rostro perfeccionado a golpe de bisturí de un modo que parece una figura de un museo de cera; melena pelirroja y con ondulaciones a lo Veronica Lake; uñas afiladas talla XXL; y vestidos encantados de acariciar la sinuosidad femenina son alguna de las notas. Todas ellas servidas con una contención tremendamente sexy y -ojo, que esto resulta clave- cierta torpeza junto a un halo de tristeza que aventura un patito feo adolescente convertido en cisne por obra y gracia del pop. El punch callejero le dan el necesario toque de contemporaneidad a un icono efectivo y seductor. No es guapa, vale, pero resulta imposible dejar de mirarla.

En lo musical ya no funciona todo tan bien. Su primer disco, Born To Die, flojea por su inconsistencia. Sofisticado, híper arreglado, trip-hopero y retro-pero-contemporáneo adolece principalmente de canciones. Sobra más de la mitad del minutaje. Eso sí, cuando hace diana, entusiasma. ¿Cuándo se produce eso? Pues en las cascadas góticas de una sensacional Video Games, que crece y crece sin perder un ápice de tensión. También en la rapera y desafiante de Off To The Races, cerca de la órbita de -sí, sí, sí- Cocorosie y en la que Lana luce toda su encantadora gama de inflexiones vocales. O, por supuesto, Blue Jeans que, esta sí, tira del legado de Portishead, pero ofreciendo un single ma-ra-vi-llo-so. El citado es un trío de ases al que cabría añadir Born To Die, Diet Mountain Dew y, ya en la segunda (y flojísima) parte del álbum, el balón final Lucky Ones y la golosina pop de Radio.

En esas piezas escogidas, Lana del Rey demuestra, como mínimo, ser un buen complemento musical para sus fotografías. Y pone un pie para que estas pasen a ser lo accesorio. El futuro desvelará si sus fans han perdido el tiempo defendiéndola. O todo lo contrario. Mientras, la partida de dardos envenenados y la lluvia de flores continúa. Con pasión. Como debe ser. Como exige ese capricho permanente llamado pop. 

La polémica actuación de una Lana del Rey agarrotada por la ansiedad en el programa Saturday Night Live. El New York Times dijo al respecto que parecía una niña cantando las canciones favoritas de su abuela y vistiendo también su ropa

http://www.youtube.com/watch?v=W5lEVrPkr2c&feature=relatedInterpretando «Born To Die» en una deliciosa sesión para la BBC1 en la que se ve a una cantante suelta y delicada