La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
Seleccionar página

Thurston Moore
A Coruña, Auditorio del Ágora
14-3-2012

Era él, la figura espigada que se convirtió en un icono del indie rock americano en la bisagra de los ochenta y los noventa liderando Sonic Youth. Pero faltaba algo. A los 15 minutos se apeó la guitarra acústica y colgó la Fender Jaguar que hizo mítica. La puso a la altura de la cintura, como siempre. Y trenzó una secuencia lenta, monótona y repetitiva, marca de la casa. Se trataba de Orchard Street, un tema de su último trabajo, electrificado para la ocasión. De pronto, apareció entre sus acordes el fantasma lento y envolvente de Shizophrenia, el clásico de su banda madre, y brotó en la audiencia lo más parecido a un punto álgido que se sintió en toda la actuación. Volumen, intensidad y ruido, mucho ruido. Algunas personas incluso optaron por abandonar el recinto. El resto parecían estar encantados. Era solo un oasis, un clímax dentro de un recital lleno de anticlímax.

El primer concierto en solitario de Thurston Moore en Galicia resultó algo decepcionante. Los que buscaban la orgía sonora de la banda madre se tuvieron que conformar con puntuales visitas a su obra anterior firmada solo a su nombre. Cayeron por ahí Cindy, Ono Soul y alguna otra pieza eléctrica. Parecían ramos de flores de un amante que ve su relación estancada y pretende darle un impulso apostando sobre seguro. Sí, porque lo que se venía a presentar, el apreciable y acústico Demolished Thoughts, no terminaba de funcionar. Pese a canciones tan buenas como Circulation o Mina Loy daba la sensación, por momentos, de sonar poco empastadas y de estar tocadas con el piloto automático más que son nervio y corazón.

No ayudaron, desde luego, los constantes parones entre cambio y cambio de registro del artista, ni tampoco su actitud despreocupada, silbando ajeno al público su cancioncilla particular o rasgando la guitarra en los espacios como si estuviera en en el local de ensayo y no frente a una audiencia que estaba pagando por verlo. Si a todo ello se le suma la frialdad de un auditorio que no llegó ni a la mitad del aforo, resulta fácil concluir que no se ofreció el mejor recital esperable en un artista de este nivel.

“Estos vienen de vacaciones”, decía a la salida una persona con muchos años de trabajo tras los escenarios. Aunque pueda sonar exagerado, lo cierto es que, por momentos, parecía que sobre las tablas se cumplía la papeleta sin mucha pasión. Y eso no hay ruido ni ramo de flores que lo arregle. Una pena.

Fotografía: César Quián