La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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La edición de Rhino de una caja recopilatoria con todos los discos de The Smiths sirve de excusa para volver a hablar de una de las formaciones básicas del pop de los ochenta

No existe mejor imagen sobre el romanticismo pop que la de un quinceañero abrazado a una canción en su habitación. En esos años a veces una colección de estribillos resultan vitales. ¿Por qué? Pues porque contienen todo aquello que la vida real pone ante sus ojos, pero al tiempo se lo arrebata: el amor, la compresión, un lugar en el que sentirse bien…. En la Inglaterra de 1983 apareció un grupo con sede en Manchester que se dirigía precisamente a ese fan apocado, al que se sentaba en los asientos traseros de la clase y parecía no existir dentro de la dictadura de la adolescencia alocada y en technicolor. Se llamaban The Smiths y los lideraba uno de los personajes más cautivadores de la cultura pop: Morrissey.

El hombre del tupé exagerado, los gladiolos en los bolsillos y las camisas talla XXL se convirtió en la materialización del amigo invisible de miles de jóvenes melómanos británicos. Mirándolos a los ojos les ofreció ternura y (auto)compasión. Les dijo que, al igual que ellos, buscaba desesperadamente el amor. Y que este también lo esquivaba de continuo. Se presentaba en How Soon Is Now? como «el hijo de una timidez criminalmente vulgar» y, casi suplicando, proclamaba: «Soy humano y necesito ser amado como todos los demás». En la magistral There Is a Light That Never Goes Out lo sublimaría. Confesaba que incluso daría la vida, si fuera en compañía: «Si un camión de diez toneladas nos mata a los dos / morir a tu lado sería un placer y un honor para mí». Y en Hand In Glove aseguraba luchar «hasta el último aliento» por su amor, aunque luego anunciaba: «Conozco demasiado bien mi destino y es probable que nunca te vuelva a ver».

Ahí es donde The Smiths marcaron la diferencia. Bandas contemporáneas como Go-Betweens, The Housemartins o James también poseían grandes, enormes, canciones. Pero carecían del aura mítica que convirtió a los apóstoles (término con el que se denominaban sus seguidores) en un ejército de voces silenciosas que habían encontrado así su grito. Lo emitía Morrissey, un cantante mitómano obsesionado por Oscar Wilde y James Dean, que halló en el guitarrista Johnny Marr su complemento perfecto. Cuando de su instrumento salieron los arpegios de This Charming Man, su segundo single, quedó claro que aquel no iba a ser un grupo más. Andy Rouke (bajo) y Mike Joyce (batería) se encargaron de completar la banda que nunca dejó la vigencia. ¿Un ejemplo? En el 2009 Joseph Gordon Leviit pretendía demostrar escuchándolos su sensibilidad oculta a Zooey Deschanel en el filme 500 Días juntos.

Pero no todo fueron lamentos románticos. The Smiths también mostraron uñas, conciencia de clase, apuesta por el vegetarianismo y el odio a la monarquía. El punto máximo se encuentra en The Queen Is Dead, un furibundo ataque a la corona británica al modo punk de Morrissey, ese que tiene más que ver con la biblioteca municipal que con la casa okupa. Era 1986. Los apóstoles no sabían que en breve todo saltaría por los aires cuando los enfrentamientos entre Morrissey y Marr pasaron a ser insostenibles. Empezaba entonces uno de los escasos mitos que todavía siguen impolutos, sin una reunión forzada que lo amenace. Por ahora.

Una colección imprescindible

Fetichismo y brillo digital. Eso es lo que encontrará el fan de The Smiths en esta caja. Al igual que lo acontecido en el 2009 respecto a los singles, Rhino replica ahora en cedé los ocho elepés que el grupo editó en vida. Se trata de una revisión que respeta las carpetas originales y las sirve en una coqueta caja. Dentro se escode el testamento discográfico de una banda tan irregular y excesiva, como brillante y conmovedora: una colección memorable remasterizada ahora por Johnny Marr.

Se trata de los cuatro discos de estudio, el directo Rank y los recopilatorios Hatful Of Hollow, The World Won’t Listen y Louder Than Bombs. Eso supone un apasionante recorrido desde los primeros tiempos del homónimo The Smiths -maravillosamente abrupto, lleno de falsetes y afectación vocal- a la perfección total del estilo con su obra magna, The Queen Is Dead, mezcla de melodrama pop y latigazo político con un lugar privilegiado entre los mejores discos de la historia. La caja cuenta con una edición limitada a 4.000 unidades que adjunta además singles, portadas de vinilos y numerosos extras. Eso sí, el precio resulta prohibitivo: 499 dólares (unos 375 euros).

http://www.youtube.com/watch?v=wuVkC1fKiaM&feature=relatedThe Smiths tocando «The Queen Is Dead» en directo poco antes de su separación