La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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ACTUALIZACIÓN: Reportaje al hilo del cierre del Rock Club de las otras salas de Galicia

Todos los garitos de rock deberían ser así: oscuros, subterráneos, incorruptibles, con una filosofía clara de o lo tomas o lo dejas. Este, quizá por sublimarlo todo, se llamaba Rock Club. Funcionaba en Ourense desde 1997 con un ideario rabiosamente independiente. Allí se honraba al rock-r&b-garage-punk-rock-power-pop-soul. Nada más, pero tampoco nada menos. Su programación de conciertos rara vez se salía de ahí. En la cabina del pincha lucía un rótulo en el que se podía leer “No se admiten peticiones”. Lo pretendía decir era «Chico no marees pidiéndome cosas que no van ni con cola».

Hace casi dos años anunciaba el fin de las actuaciones en vivo. Los problemas con el vecindario y el Ayuntamiento les llevaron a ello, aunque luego hicieran más de una excepción. Ahora la persiana se bajará definitivamente. No solo con los conciertos, sino con el club en general. Sí, a partir de septiembre el Rock Club pasará a ser pasto de lo mítico, del “yo estuve allí” y de las mil una batallitas, exageradas,tal y como es norma en estos casos, con esa máquina de moldear momentos que es la nostalgia.

Sabemos los varios porqués del cierre. Sus propios responsables lo explican en una nota publicada en su blog. Lo que cuesta creer es que hayan llegado tan lejos. Que esto no se malinterprete. Un planteamiento tan radical, honesto y comprometido con lo que defendían resultaba, de entrada, una empresa suicida. Y si se hace en una ciudad tan pequeña como Ourense aún más. Pero funcionó, y en muchos tramos de su trayectoria con notable éxito en medio del monopolio de la pachanga que reinaba en esa ciudad después de las cuatro de la mañana.

El Rock Club era EL OASIS en ese tramo de la noche ourensana. El sitio en el que, una vez que se bajaba su mítica escalera, se accedía a un mundo paralelo. Allí se escuchaba el Reverence de los Jesus and Mary Chain a volumen ensordecedor, se empalma como si nada con el Makin’ Time de The Creation, para pasarlo luego por el filtro de The Lyres y terminar, volviendo loco al personal, con Psycho de los Sonics. Esta última podía ser su himno oficial. No había noche en la que no sonase allá por 1998. Y tanto daba si había 5 tipos o 300. Allí se bailaba siempre como si fuese la última canción que se iba a escuchar en la tierra.

Galicia se queda sin uno de sus grandes paraisos roqueros. El club que, de operar en Nueva York o Londres, sería una leyenda venerada a nivel internacional. De hecho, ya lo ha sido. Los discos en los que sale su logo lo acreditan. Y, por si fuera poco, The Cynics, han titulado en su último trabajo una de sus canciones Rock Club, en un claro homenaje al local en el que se vivió y se sintió el rock.

Se cierra una etapa. Y debería abrirse otra. Con que sea la mitad de comprometida y especial que esta, la generación del Iphone y los festivales-de-200-grupos-en-tres-días se pueden dar con un canto en los dientes. “Nos gustaría que alguien cogiera la antorcha y que prosiguiera la lucha”, dicen en su nota de despedida. “Pero por desgracia lo mas probable es que Rock Club acabe convertido en un local de ambiente latino o pachangueo”, continúan.

Es el momento de que alguien se ocupe de llevarles la contraria. Y haga que esta canción vuelva a hacer temblar el suelo.

The Sonics «Psycho», la canción-emblema del local. Escúchese a todo volumen