La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Epitaph Tour
Judas Priest, Motörhead, Saxon
Coliseo, A Coruña, 29-julio-2011

Ver en vivo a una banda como Judas Priest, cuyo líder Rob Halford roza los 60 años, lógicamente plantea sus dudas. ¿Valdrá la pena desembolsar 55 euros (65 en taquilla) para contemplar el final de una banda cuyos días de gloria quedan ya muy lejanos? ¿Estarán a la altura de las circunstancias, máxime con la ausencia de su mítico guitarrero K.K. Downing que se apeó del barco meses antes al ver cuál iba a ser el futuro de la banda? ¿Se empañará para siempre el recuerdo viendo a un icono del heavy poner un pie en el supuesto retiro (que si gira final, que si solo el último gran tour…)?

El viernes, en A Coruña, esas dudas tardaron unos segundos en disiparse. Los que transcurrieron entre los primeros rugidos ambientales del concierto hasta las guitarras de Rapid Fire sonando como tienen que sonar: afiladas, agresivas y avasalladoras. Con el jovencísimo Richie Faulkner haciendo olvidar a Downing gracias a su solvencia instrumental y su contagiosa actitud de guitar-hero en ciernes, y Haldford dirigiendo con autoridad el escuadrón metálico, obligaron a los escépticos a guardar sus peros en el bolsillo. Todo ante un delirio colectivo que presagiaba una noche memorable.

Lo fue. Como un viaje a lo largo de la trayectoria del grupo, Judas Priest saltaron de clásico en clásico celebrando no solo existir sino, sobre todo, haber existido. Sacando jugo a su iconografía, el fondo del escenario lucía cada una de las portadas del disco del que rescataban los temas. Y eso hacía más emocional, si cabe, el impacto de Metal Gods (ilustrado con la cuchilla del British Steel, el álbum definitivo de la banda al que acudieron hasta en cuatro ocasiones) , Starbreaker (con el templo de Sin After Sin) o la celebradísima Turbolover (apelando a la ochentera mano femenina de Turbo).

«Breaking The Law» en plan karaoke colectivo y aderezada de llamaradas

La guinda la puso en el tramo final Breaking The Law, en la que Halford optó por quedarse en silencio, cediendo el micro al público; y Painkiller, único momento del concierto en el que, incapaz de llegar a sus agudos imposibles, le flojeó la voz. No importó, durante el resto del bolo estuvo soberbio (mucho mejor que en su anterior visita a la ciudad, según los que los vieron en el 2005) y aquello, para entonces, era una fiesta total que terminó con todo un emblema: Living After Midnight. Y, sí, también con la moto en el escenario en una actuación que mezcló artificio (llamaradas de fuego real, telones, luces láser, cañones de humo…) y chicha (parece que dijeran “¿os acordais de esas canciones, de lo BUENAS que eran?”) a partes iguales.

La gran actuación de Judas, no debe hacer olvidar las de sus teloneros. Previamente, Motörhead ofrecieron lo que se esperaba: una apabullante ración de su rock n’ roll acelerado y metalizado, con un Ace Of Spades tremendo. Pero también con Iron Fist, Stay Clean y otros tantos trallazos hechos a base de bajos aporreados sin piedad y guitarras puntiagudas. Por su parte Saxon, los primeros en salir, actualizaron su excelencia del período 1979-1981 con un doble bombo, que si bien dotaba de contemporaneidad al asunto, echaba a perder, en opinión de algunos, el encanto ya retro de clásicos, como el Wheels Of Steel que cerró su pase.

Foto: Eduardo Pérez