La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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The Godfathers
A Coruña, Le Club, 11-6-2011

Cuando uno es adolescente y se presenta la posibilidad de ir a conciertos se opta, generalmente, por directos masivos. Fiestas de la ciudad o el pueblo, una estrella de que cae cerca, el desplazamiento con hermanos mayores a ver al nombre mítico… Allí, entre miles de espectadores, se siente la música con el corazón aún virgen. Se desconoce, sin embargo, que existe otro lugar, oscuro y seductor: el club, la sala de conciertos, el garito. Ahí el rock se siente de otra manera. Si se prueba y gusta, no hay marcha atrás.

Algunos de los que hoy tienen alrededor de 40 años tuvieron un grupo que marcó ese tránsito entre finales de los ochenta y los primeros noventa: The Godfathers. Míticos fueron sus directos en salas como Pachá Coruña o Clángor de Santiago. Y entre sonrisas se rescatan los recuerdos en cuanto suenan temas como She Gives Me Love o Birth, School, Work, Death.

Una parte de esa generación acudió a Le Club el pasado sábado. Y volvió a sentir el azote en la piel. Canciones vertiginosas, ritmo endiablado, palabras desafiantes, toda una bola de energía rodando en la sala. Sí, tal cual sonaban entonces, cuando esa audiencia descubría los placeres de las guitarras eléctricas viéndolas a un palmo de distancia.

Todo sigue igual. Peter Coyne luce papada y el batería, Grant Nicholas, ha visto cómo se esfumaba su look juvenil con los años. Son las únicas variaciones de un discurso que no solo sigue vigente, sino que podría dar unas cuantas lecciones al 90% de los grupos ingleses de hoy en día.

¿Qué sonó? Pues lo esperado. De Love Is Dead a This Damn Nation pasando por She Gives Me Love y Cause I Said So. También tocaron (buenos) temas nuevos como Back Into The Future. Y, cómo no, su mítica versión del Cold Turkey de John Lennon. Todo como un misil de rock poderoso ante el que resultaba imposible no vibrar.

Lógicamente, el momento más esperado (y coreado) llegó con Birth, School, Work, Death, el grito de guerra con el que muchos recordaron por qué se enamoraron de eso llamado rock underground. Y aunque la edad no estaba para pogos, la mayoría sintieron otra vez el fuego, el que les hacía arder de jóvenes cada vez que uno de esos grupos acudía a un club. El camino a casa resultó, a buen seguro, una catarata de sensaciones que parecían olvidadas en estos tiempos de festivales, iphones y blogs digitales.

Foto: Cristina Cotelo