La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Medianoche en París es el título de la última genialidad de Woody Allen. En ella, el neoyorkino da un quiebro a su última trayectoria y firma, probablemente, la mejor de sus películas desde Match Point. Trata de la nostalgia, de su embriagadora sensación y de sus trampas. De como muchas personas que anhelan una época pasada desconocen que, de vivirla sin ese plus de haber fantaseado con ella, seguramente se encontrarían en una enorme paradoja: la de anhelar una era anterior. Es decir, la nostalgia convertida en un estado de ánimo que gira en círculos sobre sí mismo.

Muchos de los que viven abrazados a mundos paralelos y escapistas -el cine, la música, la literatura, el activismo, el fútbol…- padecen esa malsana inclinación. Difícilmente sienten el presente como algo vibrante. No, se imaginan cuán emocionante sería haber vivido el Nueva York de los cincuenta, haberse dejardo caer por la Movida Madrileña o participado en el mayo francés. Por contra, ven su día a día, la mayor parte del tiempo, como un pálido reflejo de todo lo que le sugiere esa adoración, con memorabilia incorporada, ediciones deluxe, pósteres y mil anécdotas. Solo, de cuando en cuando, algo prende el fuego dentro. El fuego que le hace a uno sentirse partícipe de la historia, de vivir en tiempo real los momentos que se echarán de menos en el futuro, los que serán pasto de esa nostalgia para los que vengan luego.

Hoy se puede bajar a la calle, escuchando un disco de Arcade Fire en el Ipod y ver lo que está ocurriendo en una ciudad como A Coruña. También en el resto de España. Y en muchos otros lugares del mundo. Hay ese fuego, hay vida y la misma luz de futuro que trasmitían los canadienses disco a disco, de ahí la elección. El presente tiene la piel de gallina y, eufórico, piensa que va a marcar un antes y un después. No sospecha que mañana quizá todo se desvanezca por su inconsistencia para quedar, únicamente, el Ismael Serrano de turno cantando una canción. Tampoco que muchos de sus hoy protagonistas den un giro radical, para convertirese en la antítesis de lo que defendieron. Ni se plantea que la llama se pueda apagar para darle la razón a los escépticos, a los desconfiados, a los que cuentan los días para soltar con autosatisfacción el “ya lo decía yo” en un bar o en una tertulia de televisión.

El día que ese momento llegue, el mundo, este mundo, será mucho más gris. Y seguro que muchos, tiempo después, leerán sobre el llamado movimiento 15-M y, como en la película de Woody Allen, querrán venir a sentir esto, a hacer la revolución desde Twitter y con Arcade Fire sonando de fondo. «!Aquello sí que era compromiso!», «!Aquello sí que era música!», «!Aquello sí que era juventud!», habrán escuchando mil una vez para entonces. Pero, ojo, porque a lo mejor, si la máquina del tiempo funciona, quienes suban a ella desde el futuro se encontrarán a muchas de las personas del 2011 echando de menos otra época ideal. Y no sintiendo cómo la historia, para bien o para mal, se está haciendo en directo delante de sus ojos, sin que se estén dando cuenta.

Nota: la foto fue tomada en la cadena humana del Obelisco a María Pita en A Coruña del pasado miércoles y es obra de María Aurtenechea