La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Ha sido la imagen más comentada del arranque del mes en el planeta ¿indie?. Se trata de la portada del mes de mayo de la revista Mondo Sonoro. En ella, se puede ver a Lourdes Hernández con el dedo índice delante de sus labios. Pide silencio. El titular no puede ser más elocuente: «Callando bocas». Semeja aquel Raúl que enmudeció al Nou Camp tras marcar un gol. No deja dudas. La chica que se esconde bajo el alias de Russian Red pretende apagar con un golpe de autoridad todo el barullo montado entorno a su figura en los dos últimos años. Ese golpe se titula Fuerteventura, un segundo trabajo bendecido por el pop que debería dejar en segundo plano todo ese ruido para darle el protagonismo que se merece a su música.

Sí, Russian Red se convirtió en una figura controvertida. En un abrir y cerrar de ojos pasó de ser una cantautora riquiña que se pateaba garitos semivacíos a convertirse en toda una apestada del fundamentalismo indie. Este interpretó su imparable ascensión como una traición a sus valores fundamentales. Las canciones eran exactamente las mismas, pero hechos como el portazo a su primer sello (Eureka), su irrupción en el mundo de la moda (considerada ya un icono naíf, este año actuó en la pasarela Cibeles) y del cine (Julio Medem la reclamó su música para el filme Una habitación en Roma) la convirtieron en protagonista de encendidas polémicas. El anonimato de Internet fue el combustible perfecto para que el runrún se hiciese ensordecedor. Lo justo como para que casi todos se olvidasen de un disco tan apreciable como I Love Your Glasses, con el que debutó en el 2008.

Ante ello, Lourdes optó por escapar. Tras la gira de su primer álbum, se refugió en la isla de Fuerteventura. Buscaba la desconexión de todo, pero la rueda compositiva que llevaba dentro no hizo off. Y en su mente surgieron un ramillete de canciones que hablaban de cambio y de mirar hacia delante con un inusitado optimismo. De ahí que la autora escogiese su destino vacacional como título de un álbum que ahora presenta orgullosa y confiada. Tiene motivos para ello. Sin ser un álbum sobresaliente ni definitivo, lo cierto es que el aroma clásico, Fuerteventura conquista al oyente desde la primera canción con una mezcla de dulzura, familiaridad y primor melódico. Se trata de Everyday, Everynight y resulta inevitable entregarse a su aroma cincuenteno y su atmósfera ensoñadora. Solo es el principio.

Producido por el escocés Tony Doogan, el responsable del sonido de muchos de los álbumes de Belle & Sebastian, Fuerteventura guiña un ojo al grupo de Stuart Murdoh en su corte más radiante, The Sun The Trees. Luego, se traslada a los sesenta en un camino intermedio entre The Righteous Brothers y The Shagri-las y dibuja I Hate You But I Love You, una preciosa canción de la que emerge su voz aniñada de una manera francamente deliciosa. Y, por si fuera poco, en Braver Soldier muestra su lado delicado con una estupenda pieza-a-piano para, después, trasladarse a los soleados medios tiempos de Fuerteventura.

Esa primera mitad habla a las claras de un álbum multicolor que, en su segundo tramo, deja sitio para los homenajes (cortes titulados como Tarantino o Nick Drake no pueden ser más explícitos), cortes imprevisibles (la extraña Mi canción 7), maravillas que miran a la era pop (January 14th) y baladas exquisitas (My Love Is Gone, A Hat). Todas piden silencio, el justo para que la música, su preciosa música, se pueda escuchar.

Un video de Youtube con la versión subtitulada de «I Hate But I Love You»