La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Teenage Fanclub
Santiago, Sala Capitol 3-12-2010

En 1991, cuando en la España pop y supuestamente juvenil sonaba a todas horas la plomiza Cómo hemos cambiado de Presuntos Implicados, Teenage Fanclub editó Bandwagonesque, su tercer álbum. Esa obra maestra de pop con ligero borrón noise corrió como la pólvora dejando boquiabierta a una incipiente generación indie, oculta y harta del sinsentido musical del momento. El disco pasó de cinta TDK en cinta TDK y de corazón en corazón generando infinitas palpitaciones de placer auricular. Su impacto subterráneo fue tremendo. De hecho, formaciones como Los Planetas serían difícilmente entendibles sin aquella aleación de ruido y melodía que la banda de Glasgow conjuró en ese trabajo mítico.

teenage-fanclub-live-61Todo esto explica el aroma a reencuentro del curso del 91 que, por momentos, se vivió en la sala Capitol de Santiago. En el paisaje humano predominaban calvas, entradas, canas y barrigas con michelines. Poco moderneo hipster y escuchimizado, la verdad. Esos fans, que hoy acarician la cuarentena cuando no la superan, tuvieron su gran día. Son dos décadas acompañados de la maravillosa música de Teenage Fanclub, una de esas bandas de confianza, de la que uno siempre se puede fiar. Aunque saquen algún disco flojo –Shadows, el que venían a presentar, lo es-, con tal de que accionen la máquina de hits y encuentren el tono sobre las tablas, la receta resulta infalible. Y esta vez, al contrario del descalabro que en su día protagonizaron en el Santirock, lo fue.

Los acordes arrastrados a la Neil Young de Star Again abrieron la noche. Dejaron claro lo que se venía a ver: canciones con cuño clásico, melodías celestiales, juegos de voces deliciosos y una excitante pizquita de ruido. Y cuando —tras masajear el corazón con I Don´t Feel Anything e It’s All In My Mind— surgió como una revelación venida de la región de las ideas pop Don´t Look Back, aquello ya se había convertido en un puñado de personas totalmente entregadas a sus encantos. Gritos, piel de gallina, corazones derretidos en la sensación de flotar. Al llegar la parte instrumental del tema, la Capitol parecía que se veía abajo.

Solo era la cuarta canción. De ahí en adelante, el delirio. Una catarata de singles sin parangón: desde Star Sing a Ain’t That Enough, pasado por una apelotonada Sparky’s Dream hasta llegar a un The Concept final sencillamente maravilloso . Dos bises después —con Everything Flows coronando el concierto— la satisfacción era tal que solo faltaba que el público se pusiera a dar abrazos, celebrando el haber tomado el camino correcto en 1991 escogiendo el disco de la saca de dinero del Monopoly. Parecía un Benicasim de los de los noventa, lleno de flequillos y camisetas a rayas, aquellos en los que el tecnho aún no había llegado y parecía que la juventud carecía de fecha de caducidad.

Terminó, vale. Pero hay consuelo. Siempre nos quedará Teenage Fanclub. ¿Se imaginan lo que supondría decir algo parecido de Presuntos Implicados?

El momento en el que la banda atacó «Dont´Look Back» y provocó un delirio que duró hasta el final

Foto: Xavier Valiño