La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Los que hoy tienen más de 35 años disfrutaron de la última y maravillosa etapa de Roy Orbison en tiempo real. Como ocurrió la década pasada con Johnny Cash aquello fue un auténtico privilegio inesperado. En esos años finales de vida el autor de las gafas oscuras ofreció algunos de los episodios más intensos y conmovedores de su trayectoria. Uno de ellos fue A Black and White Night, una actuación que tuvo lugar en Los Ángeles en 1988, poco antes de morir. En ella Orbison se rodeó de estrellas como Bruce Springsteen, Elvis Costello, Tom Waits, Jackson Browne o Bonnie Raitt. Para muchos fue la puerta de entrada hacia un mundo tan desconocido como maravilloso.

Recuperado hoy en día recuerda el partido homenaje que se le hizo a Maradona en la bombonera. Todos le pasaban la pelota para que metiera gol, conscientes que se trataban del mayor fenómeno que había dado el fútbol desde Pelé. Con Orbison sucedió lo mismo. Aunque la historia no le dejaba plaza en el trono de Elvis o The Beatles, la aristocracia del rock lo trataba como un verdadero maestro, con una reverencia total. En medio, surgía un repertorio imposible de calcular en kilates. Rock de terciopelo interpretado por un perdedor capaz de afectar con esa voz de miel hasta al ser más miserable del planeta. Melodramática y arropada con todo lujo instrumental, surgía poderosa como una luz que se abre paso entre la tormenta.

En estos tiempos reencontrarse con Roy Orbison causa más conmoción, si cabe. Si en el Ipod, Ihpone o similares se acciona el modo de que las canciones fluyan en modo aleatorio y, tras varios temas, aparece él el mundo semeja detenerse. Y de pronto, retorna una extraña sensación adolescente: aquella de querer saber qué es el amor. Pero no para disfrutar de largos paseos a la orilla del mar ni de besos furtivos al caer la noche, sino para perder a la chica, poderla echar de menos relamiéndose en la herida e intentarla recuperar luego apelando a la fibra más sensible de su corazón. Todo para sentir ese vaivén que movía los baladones de Roy Orbison, un lugar en el que parecía que nada malo podría pasar.

Tom Waits lo dijo un día. Cuando de joven rompía con una novia siempre existía una segunda oportunidad. Un ramo de flores y una canción de Roy Orbison allanaban definitivamente el camino. Y escuchando cosas como esta, no queda más remedio que darle la razón. A ver quién cierra la puerta a tanta belleza.

http://www.youtube.com/watch?v=9SCQ6_k6GXI