La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Leonard Cohen
Ourense, Pabellón Paco Paz
12 septiembre 2010

leonard-cohen-ourense El mejor concierto del año en Galicia permanecía escondido. Arrinconado a un lado, oculto tras los Sonar, MTV Day o Xacobeo 10, el pase ourensano de Leonard Cohen parecía una cita menor. Sin repercusión mediática, sin aura de recital histórico, sin ese magnetismo de no-te-lo-puedes-perder-por-nada-del-mundo que convierte ciertos directos en acontecimientos sociales. Todo porque el año pasado el canadiense ya había tocado en Vigo con un concierto condenado a repetirse. La cruz ya se había marcado en la casilla. Estaba visto. Ya se había cumplido con Cohen.

Y, efectivamente, salvando alguna variación, lo que ofreció el artista en Ourense el domingo fue el mismo recital. Las mismas canciones, la misma puesta en escena, los mismos gestos, la misma complicidad… y también la misma magia. O más aún, concentrada en 3.900 personas totalmente entregadas desde los primeros segundos de Dance Me To The End Of Love. La pieza con la que abrió la noche dejó clara para los debutantes y los que repetían una cosa: estaban ante un mito capaz de demostrar con un puñado de canciones la diferencia entre lo bueno y lo sublime.

Sonaron las previstas en la primera parte. Ain’t Not Cure For Love, Everybody Knows, Chelsea Hotel n.º 2… Todo según el guión, con la excepcional interpretación de Cohen respaldado por una banda magnífica y un sonido perfecto. Tal y como ocurrió en Vigo, las coristas brillaron con luz propia y, clásico a clásico, mecieron al público en un placentero vaivén, de esos que convierten la sonrisa tonta en el común denominador de la platea.

Tras el descanso, todo fue a más. Inaugurada la segunda parte con un Tower Of Song, en la que Cohen se estrenó como teclista, las flechas se lanzaron directas al corazón de la audiencia. Suzanne, Sisters Of Mercy, Feels So Good entre palmas, The Partisan y un momento que derivó en puro delirio: Take This Waltz con un mano a mano vocal entre Cohen y las hermanas Webb.

Tres bises después, cuando la actuación ya superaba la dos horas y media, al público exhausto le dolían las manos de tanto aplaudir. Y en el ambiente flotaba una sensación parecida a la de ver la Capilla Sixtina por segunda vez. Igual de impresionante. Igual de subyugante. Igual de grandiosa. Sí, como lo de Cohen el domingo, el mejor concierto del año en Galicia. Igual que en el 2009. Y, no lo duden, también lo será si en el 2011 alguien tiene la feliz idea de traerlo de nuevo.

Foto: Miguel Villar