La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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“A a ti te mandan rosas y son de invernadero, a mí cartas de amor escritas en ordenador”. Esas líneas que escribió Jose Ignacio García Lapido para Huellas, una de las canciones inmortales de 091, revolotearon el pasado viernes en la Sala Le Club de A Coruña. Pero a la inversa. Willie Nile ofreció flores silvestres y las misivas venían de su puño y letra en plena era de festivaleo hedonista, conciertos de 50 minutos y subida de foto al Facebook. Esto era otra cosa. Era rock de club, brotando intenso a dos palmos de distancia. Ciento y pico personas apretujadas, sudorosas y gozosas, sintiendo la música como algo físico y pegajoso.

Respaltado por The Stormy Mondays, el neoyokino se mostró como uno de esos trabajadores del rock, que dan cada concierto como si fuera el último. Las canciones de su último álbum, el todavía inédito The Innocent Ones, sonaron como si las llevásemos escuchando toda la vida. Corazón pop, músculo rock, ecos de los grandes (de los Beatles a Dylan, pasando por Springsteen o The Byrds) y fiesta total en el sótano de la música popular donde la música es música y nada más. Sí, nadie va a ligar más por ir a un concierto de Willie Nile. Tampoco servirá para mejorar la vida social, ni para crear envidia en el trabajo. Pero había algo en toda esa mezcla de rostros felices, frentes brillantes, botellas de cerveza y camisas con el botón abierto hasta el pecho como para vibrar: un bola de eufórica emoción guitarrera que por un par de horas te hace sentir la persona más afortunada del planeta.

En pleno año Xacobeo, con los neones y el vértigo de los grandes nombres que-no-te-puedes-perder-ni-de-coña, se hace necesario salir del mareo pop. Y es que nadie debería de olvidar de donde viene todo y cuál es el lugar natural de las cosas, el sitio en el que la música suena sin pantallas de video, sin juegos de luces y sin opción a quejarse por las incomodidades. Sí, el club, ese oscuro lugar que una buena parte de la generación MP3 debería conocer para saborear la música sin colorantes ni adictivos.

«Hard Times In America», el pasado viernes en Le Club