La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Patti Smith
Auditorio de Castrelos, Vigo
18-julio-2010

Vaya por delante que resulta prácticamente imposible dar un mal concierto con un repertorio como el de Patti Smith. Pero precisamente por ello, por tratarse de Patti Smith, por pertenecer al elenco de los imprescindibles, resulta lícito demandar un nivel de excelencia mayor que lo que se pudo ver el domingo en Vigo. Por citar artistas de similar peso histórico, nos referimos a algo equiparable a lo que ofrecieron Leonard Cohen o Bruce Springsteen en sus respectivas visitas a Galicia en el 2009. Y lo cierto es que de eso en Castrelos hubo más bien poco.

El tenso e intenso Free Money, que sonó al poco de arrancar el concierto, presagiaba buenos momentos. Un tema editado en 1975 revivía 35 años después, mostrando todo el universo de la artista en apenas cuatro minutos: el lirismo de terciopelo, los meandros interpretativos, el rock de puño cerrado y la placentera sensación de que todo va a estallar de un momento a otro. Cuando llegó el momento en el que la canción repite obsesivamente eso de “When we dream it, when we dream it, when we dream it” el veredicto estaba dado: este iba a ser el mejor concierto del año en Galicia. Ni LCD Soundsystem, ni Shellac, ni leches.

patti-smith Sentencia precipitada. Porque, acto seguido, una plana versión del Play With Fire de los Stones se revelaba como la otra cara de la moneda: la del piloto automático, la de no sentir las canciones, la de pasar el set-list con profesionalidad, en el peor sentido del término. En Ghost Dance ocurrió algo parecido. Tras hacer un aplaudido recordatorio a los héroes de la República Española, agarró esa pieza delicada y de atmósfera tribal y la convirtió en una canción amodorrada y sin vida. Se pulsaba el botón de alarma.

Lamentablemente, el resto del concierto se escoró más hacía el lado de Play With Fire y Ghost Dance que el de Free Money, y todo ello envuelto en un populismo del que no brutó nada más que eso: humo con el que disimular interpretaciones rutinarias. Hubo excepciones. Un tema (¿inédito?) dedicado a Roberto Bolaño volvió a sacudir a la audiencia exprimiendo el nervio eléctrico. El Rock n´roll Nigger con el que cerró la actuación enredó como una bola de furiosa emoción. Y, bueno, Dancing Barefoot -bajando a lo Bono a dar la mano a toda la primera fila-, Because The Night -dando a entender que era la que todo el mundo había venido a escuchar- y People Have The Power– dedicada la selección española de fútbol (¿?)- poseen la suficiente calidad y carisma para evitar enterrarse en la falta de motivación de un día normalito.

Retornemos a los ejemplos previos. Bruce Springsteen llegó el verano pasado al Monte Do Gozo con su show mil veces repetido y sus manoseados números de stadium-rock. Y encandiló a todos. Días después, Leonard Cohen repasó con minuciosidad milimétrica su repertorio en un concierto calcado al que dio en otras ciudades. E inundó Castrelos de magia. Patti aterrizó el domingo con un concierto de libro bajo el brazo -las mismas dedicatorias, los mismos guiños,… todo clavado a sus otros conciertos en España- y ese encantamiento que brotó en su día con Springsteen y Cohen aquí no se llegó a producir.

Sí, la vimos y, vale, objetivamente no estuvo mal. Pero no sentimos el cuchillo, el desgarro, la belleza encogida, ni las sacudidas de pasión. Y eso es a lo que se venía. Es Patti Smith no Keane, Supertramp o Norah Jones. Con ella el no estuvo mal no sirve. O no debería servir.