La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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(Artículo publicado hoy en el suplemento Culturas de La Voz)

La reedición hasta en tres formatos diferentes de Exile on Main Street, consideraba como la obra cumbre de los Rolling Stones, muestra un álbum en el que late un modo muy especial de entender la música, el caos y la creación

En 1971 los Rolling Stones decidieron exiliarse. Física y metafóricamente. La historia oficial sostiene que escapaban de la presión del fisco británico, pero en realidad huían de todo: del ambiente del pop, de la evolución de este y del foco de los medios. Los Stones, que habían perfilado en Let It Bleed su aleación definitiva de country, rock, soul y blues, querían rebozarse en su propia decadencia. Es decir, disfrutar del rock n´roll way of life sin que nadie les molestase.

La Inglaterra del momento no era, desde luego, el mejor sitio para continuar deslizándose en público por el tobogán del vicio. El estado les quería exprimir hasta la última libra que pudiera y la justicia vigilaba sin cesar sus movimientos en la búsqueda de un desliz que los pudiera meter entre rejas. El propio Keith Richards lo recuerda en el libro According To The Rolling Stones: «Al año siguiente podía estar en las cárcel, así que pensé que lo mejor era divertirse mientras aún fuese un hombre libre».

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En esta tesitura, la banda se instaló en diferentes mansiones del sur de Francia para preparar su siguiente álbum, el sucesor del exitoso Sticky Fingers. Al no encontrar un estudio adecuado, la morada de Richards, Villa Nellcôte, terminó por convertirse en el centro de operaciones del grupo con una unidad móvil. Pero no solo eso, también acabó por ejercer como polo de atracción de camellos, delincuentes, parásitos y todo el particular ecosistema que se forma cuando aparece la droga. Porque droga hubo. Y la hubo en cantidades industriales.

Se trata de la etapa de mayor adicción a la heroína de Keith Richards que, junto a su pareja de entonces, la bellísima Anita Pallenberg, caminó por una auténtica cuerda floja más enganchado que nunca. Sin embargo, he ahí la paradoja, el guitarrista se erigió como comandante en jefe de un álbum magistral, el más ambicioso de la trayectoria del grupo y, para muchos, el mejor.

En efecto, Exile on Main Street es el disco de Keith Richards. Aquí no existe la más mínima intención de sintonizar con el ritmo de lo tiempos o crear himnos pop definitivos que cristalicen el momento, todo ello tan al gusto de Mick Jagger. Al contrario, lo que nos encontramos en Exile on Main Street es a la misma banda que en los sesenta emergió fascinaba por los sonidos del blues y el soul que llegaban de EE.UU. volviendo a mirar a la tierra prometida con reverencia, pero plenamente conscientes de su potencial. Abandonados a la suerte de su talento y navegando entre las pasiones musicales y extramusicales, incorporaban además el country, que Gram Parsons acercó al discurso estoniano con tino.

La grabación fue un auténtico caos. Por no haber, no había ni siquiera electricidad, que lograron haciendo un empalme con una estación ferroviaria. Rara vez los cinco miembros del grupo estuvieron juntos y fueron frecuentes las escenas de Richards cayendo en redondo mientras tocaba la guitarra. Había que seguirle el ritmo. Estar ahí hasta que la inspiración apareciese y aprehenderla. Charlie Watts recuerda que «Keith solía no comparecer cuando más se le necesitaba». Jagger, por su parte, señala que el disco «tiene cuatro temas buenos, pero los otros no funcionan».

El tiempo ha querido llevarles la contraria. Incomprendido en su momento por la crítica, hoy en día el Exile On Main Street forma parte de los títulos imprescindibles. Y lo hace como álbum, no como una colección de temas sueltos. En él late una banda vibrante recorriendo sin frenos todos los meandros de su sonido, acariciando de continuo el paroxismo. El Exile es un trabajo de inmersión, de dejarse llevar por toda esa masa de riffs lentos y arrastrados; de sentir cómo se funde con slides, pianos y saxos provocando el delirio; de comprobar como, poco después, se encoge en estampas folkies; de terminar totalmente obnubilado en clave de hipnosis soul.

Todo eso y más es Exile On Main Street, que ahora llega con una propina irresistible —ocho temas inéditos y dos tomas alternativas—. Merece la pena acercarse de nuevo a la grandeza.