La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Con los festivales musicales sucede como en los restaurantes: si uno no se queja de algo parece que carece de la clase y el recorrido suficiente que hay que tener en estos tiempos donde los gourmets – tanto los gastronómicos y musicales- salen de debajo de las piedras. Ello genera un clima asfixiante en el que tanto da lo que suceda: todo será criticado, maleado y pisoteado sin atender a demasiadas razones, porque en el fondo se trata de eso, de una actitud, de un snobismo más que se adopta como quien cambia unos pantalones de campana por unos pitillo más afines a la moda del momento.

El Sónar-Galicia que tendrá lugar en A Coruña el próximo mes de junio es, probablemente, el acontecimiento musical más importante en la ciudad desde el Festival de los Mil Años. Por aquí pasarán -frótense los ojos- LCD Soundsystems, Air, Fuck Buttons, Broadcast, Laurent Garnier, Matthew Herbert, Flying Lotus, Hot Chip y un extenso etcétera que convertirán durante tres días a Expocoruña en un bombeo musical de primer orden. Todo ello, además, se podrá disfrutar por 50 euros si se adquiere el abono de tres días y con entradas sueltas de una jornada que van de 15 a 25 euros.

En principio parece todo perfecto. Así lo ha entendido la mayoría de la gente, que durante la jornada de ayer no paró de celebrar la noticia en blogs, facebooks y demás redes sociales. También los periodistas musiqueiros, que en la rueda de prensa no podían ocultar su sonrisa de satisfacción. Pero existe un sector que no, que entiende que quedarse en un simple alzamiento de pulgar debe dan a entender lo dicho: que uno no ha ido a suficientes festivales, que no sabe de música lo que hay que saber, que posee, en fin, el mismo criterio para esto que para la moda cuando aún sigue usando las campanas. ¿Cuál es el argumento? Pues que el Sónar Barcelona luce un cartel más amplio y que aquí no se podrá ver a Dizzee Rascal, Chemical Brothers o Plastikman. Es decir, lo importante son las ausencias, no las presencias. Continuado con la inevitable visita a un foro de Internet, un “conmigo que no cuenten” y un punto del tipo “ me cojo un avión y me piro a Barcelona” queda desbaratado en un plis plas todas las supuestas excelencias arriba citadas.

Que aquí se pague una entrada tres o cuatro veces más barata no cuenta. Que A Coruña sea una ciudad minúscula en comparación a Barcelona, tampoco. Y que, claro, que estemos ante una primera edición de un evento con vocación de perdurabilidad y no frente a un festival con 17 años de trayectoria, debe suponer un detalle sin importancia. Pero, por encima de todo, se vislumbra una incoherencia mayor: pretender dar a entender que al Sónar-Galicia es un evento menor, una de esas anécdotas que tratan la música pop como un elemento folclórico de los veranos jacobeos, con leyendas resucitadas para la ocasión tocando en una playa y fuegos artificiales de fondo.

No se trata de guardar el espíritu crítico en la trastienda, pero sí de adoptar un poco de sentido común. Se puede poner en duda y debatir sobre el hecho de que un festival así se podía haber hecho desde Galicia, sacrificando su repercusión por una apuesta de futuro cuyos frutos se darían a medio y largo plazo. También se puede desear que Ritchie Hawtin y mil más pasen por aquí. Pero difícilmente se puede sostener que el elenco de artistas, la ubicación, el precio de las entradas y el festival en general no estén de sobra a la altura de lo exigible en una ciudad como A Coruña la que -recordemos para los desmemoriados- no existe la más mínima tradición en este tipo de eventos.

Insistimos: el Sónar-Galicia es, probablemente, el acontecimiento más importante dentro de la música pop que va a tener la ciudad desde el Festival de los Mil Años. Aquel tuvo lugar en 1993. Sí, sí hace 17 años. Esperemos que no haya que esperar otros tantos para poder presenciar algo similar. En las manos del público está.