La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Triángulo de Amor Bizarro
A Coruña, Le Club, 19-2-2010

Galicia vivió los años noventa de espaldas a lo que sucedía en el pop y rock independiente internacional. Mientras Sonic Youth, Pavement o Jesus and Mary Chain enloquecían a toda una generación, los grupos gallegos preferían revisar los años sesenta y setenta. Ello trajo consigo una excelente camada de formaciones revivalistas, pero nada, absolutamente nada que pudiera plantar cara a bandas como Los Planetas, Manta Ray o Penélope Trip. Es decir, los que en España estaban emitiendo los sonidos más excitantes del momento.

Sin embargo, dentro de ese ambiente, existían pequeñas células de resistencia. Una de ellas era Boiro, un pueblo en el que un grupo de chavales escuchaban a Pixies, Black Flag o Spacemen 3 en una era en la que lo que mandaba aquí eran MC5, los Sonics y Small Faces. Allí fue donde Isabel Cea y Rodrigo Caamaño, la pareja que actualmente lidera Triángulo de Amor Bizarro, cayeron en las redes del ruido. Ruido como vía liberadora del hastío adolescente. Ruido como vehículo con el que canalizar su caótica visión de las cosas. Ruido con el que enloquecer y poner todo patas arriba, tal y como rezaban Jesus and Mary Chain en la fundacional Upside Down.

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Quince años después de todo aquello, el idilio ruidista sigue igual. El viernes, cuando Triángulo de Amor Bizarro interpretaba uno de sus nuevos temas se pudo ver la síntesis perfecta entre los Yo La Tengo más eléctricos y los Jesus and Mary Chain de Psychocandy. Sonaban afilados e intensos, anfetamínicos dentro de una maravillosa maraña de acoples. En cierto modo, pretendían decir eso: estamos aquí, aburridos, hastiados, hartos de todo y esta es nuestra particular venganza.

Los Triángulo de Amor Bizarro del 2010 son un grupazo. Siempre lo han sido, pero ahora todo en ellos fluye con soltura, canciones como El fantasma de la transición son pequeños clásicos del indie ibérico y la banda se desenvuelve en escena a las mil maravillas. Reforzados con la incorporación del batería Rafael Mallo y el guitarrista Óscar Vilariño (ambos miembros de los muy recomendables Valetudo) ha logrado una consistencia envidiable

Ofrecieron varios temas nuevos de su esperadísimo Año santo y revisaron su álbum de debut. Todo en 50 intensos minutos en los que Isa se reafirmo como una de las bajistas más cool del planeta y donde el grupo rompió con el teatrillo de los bises. La gente exhausta no los solicitó y ellos no tocaron más. No hacía falta, lo anterior había sido un K.O.

Foto: Guillermo Arias

Fin del concierto con «El crimen, cómo ocurre y cómo evitarlo»