La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Luis Eduardo Aute.
Teatro Colón, A Coruña, 23 de octubre.
Aforo completo

Para bien y para mal, Luis Eduardo Aute es un artista de otro tiempo. En un momento como el actual, donde se imponen la prisa y lo inmediato, él lo hace todo con mucha tranquilidad. Habla despacio y con voz grave, oxigena los espacios entre canción y canción explicando su contenido, se recrea en el sabor de cada trago que le da a su copa de vino y, luego, canta a varias revoluciones por minuto menos que el común denominador de la música española que se puede escuchar hoy en día en cuanto se enciende cualquier radio.

auteLa fórmula funciona. Funciona del mismo modo que lo hacen los restaurantes que aún sirven carne asada con patatas sin deconstruir o sin prefabricar y con su correspondiente pimiento morrón. Es decir, como la reliquia de un pasado que poco a poco se desdibuja ante el vertiginoso devenir de los tiempos. Por ello, un aroma de nostalgia se pudo respirar el viernes en el Teatro Colón mientras Aute echó mano de ese legado en el que, con una enredadora lentitud, se entremezclan los fotogramas del franquismo, la nouvelle vague, los porros fumados en Marruecos, el erotismo de baja intensidad y las historias sobre amores en color sepia que se quedaron en el camino.

Eso tiene un problema. Si no se cuenta con ese extra de banda sonora de lo vivido, la cosa, en ocasiones, puede quedar un poco trasnochada. Esas apelaciones en las introducciones de las canciones a las «humedades» de los asistentes, al «coñocimiento» o a los encantos del número 69 podrían quedar transgresoras en 1974, pero en 2009 lo cierto es que invitan al sonrojo. Y no digamos ya ese continuo azote a lo religioso a través del sexo más propio de los tiempos del destape que de la era You Tube.

Sin embargo, al público —la mayoría superando la cuarentena— le encantó. Quizá por eso, por recordar los tiempos en los que uno mostraba las uñas así, mirando a la entrepierna. La media sonrisa fue el gesto que más se repitió en la platea de un Teatro Colón que ya había agotado sus localidades con varios días de antelación para la última cita del ciclo El Colón en acústico.

Tres horas

«Este va a ser un concierto largo», advirtió Aute. Y lo fue. Tres horas en las que hubo espacio para todo. El primer escalofrío llegó con De paso, convenientemente electrificada por un excelente guitarrista que, a excepción de algún desvarío exhibicionista, cumplió con nota toda la actuación. El segundo meneo sentimental lo dio Pasaba por aquí, cuyo estribillo emergió entre las primera palmas de la noche. Pero cuando realmente el músico se metió al público en el bolsillo fue en el tramo central. Ahí situó un triángulo que bien podría reumir los vértices de una relación sentimental.

Slowly, con intermitentes visitas a las melodías magistrales de The Righteous Brothers y The Platters, meció al Colón con la dulzura del enamoramiento en el mejor momento de la noche. Una de dos, tomándose con filosofía las infidelidades del matrimonio, funcionó en clave roquera. Y, ya por último, la preciosa Siento que te estoy perdiendo, se cantó con voz trémula, como quien tiene un nudo en la garganta que, tarde o temprano, se va a convertir en lágrimas. Luego, en los bises, el idilio continuó con Volver a verte o Sin tu latido y no desapareció hasta un Al alba que, en efecto, trasladó a otro tiempo. Este, felizmente superado.

Foto: Óscar París