La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Nacho Vegas
24-4-09, A Coruña, Teatro Colón

En el otoño del 2001 Nacho Vegas actuaba por primera vez en A Coruña. Llegaba en el marco de una gira conjunta con la cantautora Aroah, con quien acababa de editar Seis canciones desde el norte, un minicedé compartido entre ambos. Fue en la sala Mardi Gras ante algo más de medio centenar de personas. Un Vegas delgadísimo y algo inseguro subió a las tablas con unas ojeras kilométricas que delataban mala vida en las escalas anteriores de la gira. Acompañado de la banda que sería el germen de lo que luego se bautizó como Las Esferas Invisibles, libró una autentica batalla contra las circunstancias. Como si el repertorio fuera el arma, su rock sonó afilado, con gran esfuerzo, pero convincente. La imagen del rostro del músico sudoroso, mientras su voz se quebraba en El ángel Simón, viene a ser el recuerdo fotográfico de una noche en la que muchos sintieron un flechazo con el de Gijón que pervive hasta hoy.

Ocho años después de aquello apenas quedan El angel simón y Miss Carrusel en su repertorio. También continúa en nómina el (excelente) batería Manu Molina y, claro, el propio Nacho. Más seguro y bastante menos huesudo, el que pisó el escenario del Teatro Colón el pasado viernes ya es un cantautor que deja a un lado el filo rockero en pos de un sonido poderoso, que gana en amplitud gracias a los teclados de su nuevo aliado Abraham Boda. Vegas pisa firme y logra tener, sin apenas esfuerzo, a todo el teatro (lleno a rebosar) comiendo de su mano, confirmando la expectativas creadas. Fuentes de la productora aseguraban, sorprendidos, que en esta ocasión habían tenido más solicitudes de acreditaciones de prensa para este directo que, por ejemplo, el que organizaron el pasado año en Santiago con los mexicanos Maná. Y solo echar una mirada a la platea servía para comprobar -entre corbatas de traje, camisetas de Bumbury y cabelleras a lo rasta- que lo de Vegas ha trascendido ya completamente a lo indie.

El que en medio de Ocho y medio brote una salva de aplausos en cada giro de la canción, como si estuviéramos frente a Antonio Vega y El sitio de mi recreo, puede (y debe) dar una idea de en lo que se está convirtiendo el de Gijón. Sonó justo a mitad de concierto, en una suerte de interludio acústico que gozó de una sorpresa inesperada: a la segunda vuelta de la canción se unió la banda, dándole un acabado instrumental perfecto. Fue uno de los momentos más especiales de un directo que, probablemente, tuvo su mayor pico en la dupla formada por El tercer día y Perdimos el control. Ahí, con el guitarrista Xel Pereda abriendo el grifo para echar cortinas de electricidad a chorro, se podía sentir el lado más arrebatador de Vegas, algo que alcanzaría el delirio total de cumplir Mondúber con la atmósfera. Sin embargo, el mejor tema de El manifiesto desastre no logra en directo a funcionar como en el disco: faltan los coros de Christina Rosenvinge que dulcifican la canción con veneno, faltan los instrumentos de viento que la elevan y el plus de emoción de la puesta en vivo no llega a cuajar del todo. Lástima, porque formaría una tripleta de k.o total.

También gustaron (y mucho) las dianas seguras de Dry Marini S.A. y Detener el tiempo, beneficiarias de la amplitud de un sonido impecable en los medios tiempos. Y las dosis de piezas ya clásicas como Miss Carrusel -presentada como “una canción sobre el Apocalipsis y el miedo al compromiso”- o El hombre que casi conoció a Michi Panero –que cerró, en principio, el concierto- contribuyeron a prolongar el estado de felicidad de un público que exigió los bises con gritos, palmas y pataleos. Lo lograron. De menos a más. Primero, la oportuna relectura de Canción del extranjero de Leonard Cohen. Luego, la entrañable Nuevos planes, idénticas estrategias y, para rematar, una genial vuelta de tuerca a El angel Simón con el ritmo del Be My Baby de las Ronettes y un agradecido suplemento de tensión.


«Morir o Matar» en el teatro Colón

Decíamos en una entrada anterior que Vegas buscaba resarcirse de su floja actuación precedente en la ciudad. Puede que él ni haya pensado en ello, pero si así fuera la misión ha sido cumplida con creces. Sigue todavía sin superar aquel prodigio de actuación suya en la época del Cajas de música difíciles de parar, pero demostró que no solo es uno de los nombres imprescindibles del rock español, sino que los 21 euros que costaba poderlo ver en directo los valió, uno a uno. Aunque suena a chiste fácil, la ocasión lo demanda: en donde dice “Nacho, has vuelto a hacerlo mal” en Dry Martini S.A., cambiémoslo por un “Nacho esta vez lo has hecho muy bien”. Y aplaudamos: plas-plas-plas.