La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Una nueva entrega de los escoceses y, explícita o veladamente, se deja caer de continuo la misma idea: Franz Ferdinand es la mejor banda británica de la década. A muchos de los que poseen una visión de la jugada un-poco-más-allá-del-brit-pop, seguramente se les dibuje una sonrisa. Aunque no se sepa muy bien si va por lo sobrevalorado de esa apreciación -más o menos general- sobre los autores de Take Me Out o, bien, el hecho de que la competencia que hay a su alrededor tampoco sea para echar cohetes. Ahí esta, por ejemplo, el último gran bombazo de las Islas, Glasvegas: una banda (muy) menor inflada con levadura épica y barniz ruidista que no alberga en su interior más que vacío.

Ese panorama puede ser el que propicie que los chicos de Alex Kapranos destaquen. Sacan singles inmediatos, son divertidos y a las 5 de la mañana funcionan tan bien como los Dandy Warhols o Kula Shaker. Pero, difícilmente, han llegado a más de eso. Porque otra cosa supone que un álbum suyo entero sea digerible, que su obra posea la entidad que en su día pudieron tener Jesus and Mary Chain, Stone Roses o Pulp y que el tipo citado arriba (aquel para quien el mundo del pop no nació con Definitively Maybe) pueda contagiarse de algún tipo de apasionamiento con una banda tan, tan… Correcta, esa es la palabra

Estas impresiones no cambian en su tercer álbum, Tonight, la supuesta vuelta de tuerca dance del cuartero. A efectos prácticos, lo que ofrece esta entrega es un descenso de las guitarras suplido por sintetizadores analógicos, una (agradecida) rebaja de la dicción martilleante de Alex Kapranos y un endeudamiento con cierto sonido semi-discotequero de finales de los 70 (David Bowie se repite, con razón, en todas las reseñas). Esas son las principales novedades formales añadidas a su sonido de siempre, esa suerte de nervioso mod/post-punk requeteimitado hasta la saciedad.

En lo material, se percibe una menor puntería en su primer single. Esa oda a la excitación de la noche que es Ulysses, no llega al nivel de lo que fueron en sus respectivos discos predecesores Take Me Out o Do You Want To. Sin embargo, en los temas secundarios como No You Girls o Live Alone el nuevo barniz retrofuturista les otorga unos matices que sortean la monotonía que atascaba a su pasado, ese al que remiten (y ahí llega su eterno deja vu) en cortes como What She Came For ( ¿no es Take Me Out con suplemento de ruido y final explosivo?). Otra agradable sorpresa la ofrece Can´t Stop Feeling, con esa robusta línea de bajo y esos arreglos a lo Timbaland (igual que hicieron, ejem, Bloc Party). Y para finalizar dos cortes relajados, perfectamente prescindibles: Dream Again a lo ambient y Katherine Kiss Me en plan trenzado acústico.

¿Un nueva joya en el currículum del mejor grupo de la década? Pues nos remitimos a la idea sugerida en el primer párrafo. Hubo un tiempo en el que para tener una consideración tal se hacía necesario entregar una obra como The Queen Is Dead, Disintigration, The Stone Roses o Different Class. Y de eso, por aquí, nada de nada. Vamos, que ni rozarlo. Eso sí, mejor que Kasabian o los Kaiser Chiefs sí que te son.

Crítica de Franz Ferdinand (2004)
Crítica de You Could Have It So Much Better (2005)

Videoclip de «Ulysses»