La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Posiblemente junto a Manos de Topo, el trío catalán Facto Delafé y las Flores Azules ha sido una de las bandas más vilipendiadas del panorama indie español del último año. Su adictiva mezcla de pop y rap inmersa en un romántico sentido positivo de la vida ha conquistado el corazón de centenares de personas, que ya les han hecho un hueco en su vida. Pero, también, se les ha puesto la lupa de la sospecha desde algunos sectores que –¡glups!- en el primer disco no dijeron ni mú y ahora les dedican lindezas despectivas del tipo “los Amaral del indie”, situándolos en el cajón de los Deluxe o Sidonie.

De ese recelo también habla Oscar D’Aniello, el vocalista del grupo, en esta entrevista. Pero, sobre todo, habla de calor, de amor y de emoción, conceptos estos que guían a sus dos preciosos discos editados hasta la fecha y, de manera muy especial, esos directos en los que, sí, uno va y dice «Aquí es donde tenía que estar».

-La última vez que tocaron en A Coruña, Helena terminó afónica y tuvieron que cancelar la gira. ¿Lo recuerdan?

-Sí, hace un año de eso más o menos ¿no? Elena terminó echa polvo.

-Fue un concierto muy eufórico en la sala Mardi Gras, con la gente literalmente patas arriba, pero con una mala resaca

-Sí, recuerdo que tocamos en una sala de madera en A Coruña y que fue todo muy bien. Lo que pasa es que al terminar el concierto Elena dijo: “Buff!, esto tiene muy mala pinta”. Y, al día siguiente, tuvimos que anular lo que restaba de gira. De todos modos, a Galicia hemos terminado volviendo y es uno de los lugares a los que más nos gusta ir.

-Aquel concierto fue una celebración total. Llegó un momento que las ciento y pico personas que había allí las tenían prácticamente en la palma de la mano. ¿Qué se siente ahí?

-[Se lo piensa unos segundos] Estás como… No sé, piensas: “Hasta ahora ha ido bien, nos está saliendo bien”, básicamente piensas eso. Ya, luego, cuando se acaba el concierto, es cuando dices: “Buff, ha estado muy bien”. Es una sensación impresionante e irreal. Yo cuando termino un concierto necesito una ducha de agua fría, porque tengo un subidón que, a veces, no me lo creo ni yo.

-¿No se siente un cierto poder, como si pudieran manejar las emociones y sensaciones de la gente?

-No, yo me lo tomo como que me siento muy afortunado. Cuando te ves así dices: “¡Qué guapo! Esto lo voy a echar mucho de menos cuando no esté”. Es un momento muy fuerte de juventud: el estar todos juntos en una sala y tener la sensación de que está sucediendo algo importante. Yo cuando he ido a conciertos que he tenido esa sensación como público, disfrutar igual abajo que ahora arriba. Porque, en el fondo, te sientes igual de importante arriba que abajo cuando se produce esta sensación. Yo recuerdo un grupo como Fugazi, sus conciertos eran un poco eso de “!Pero que cosa más chula!” o Jon Spencer Blues Explosion, que lograba crear un amiente impresionante. Aparte de estos grupos, me gusta mucho la música negra, el reggae por ejemplo. En los directos de reggae hay una comunión entre el artista y el público impresionante. No sé, es una sensación muy bonita y me resulta imposible poderla explicar.

Una actuación en la TV tocando en directo La luz de la mañana


-El público sale de sus conciertos con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Son conscientes de ese efecto balsámico, de inyectarle una especie de alegría al público?

-Ese es el objetivo, que la persona que vaya a un concierto de Facto Delafe cuando pasamos por su ciudad tenga la sensación de que ahí es donde tenía que estar. Y también porque, de alguna manera, creo que hay pocos grupos en el panorama nacional que se planteen realmente como final de un concierto el que la gente salga con una sonrisa. Conozco a pocos grupos así. En La Casa azul sales con una sonrisa, con Love of Lesbian también, pero la verdad es que hay pocos.

-Respecto a sentido positivo del grupo, al ser pareja usted y Helena y jugar con esa imagen constantemente en las letras, ¿puede existir en el discurso un poco de una actitud de “nosotros dos contra el mundo” o “juntos podremos”?

-[Se lo piensa] Un poco sí, pero no como objetivo final. Con Elena he aprendido a organizarme un poco, porque yo soy bastante disperso. Ella me hace un poco ordenar las ideas y, a nivel laboral, eso se nota mucho. Es una especie de sentido de agradecimiento para ella. De alguna manera, nosotros creemos en esta cosa utópica de que las cosas con amor se pueden cambiar de alguna manera. Entonces, si tu cambias tu realidad, el mundo puede cambiar. No, no diría que es “ella y yo contra el mundo”. Lo que intento en las letras es mostrar una aparte que yo creo que en la música independiente española faltaba. A mí me gusta mucho El Niño Gusano, Los Planetas o La Buena Vida, pero todos trataban el amor desde un punto de vista basado en la melancolía casi siempre y, a veces, desde el rencor. Entonces, yo quería hacer lo que la música negra, como Marvin Gaye, All Green, Steve Wonder o Curtis Mayfield. Hablar así del amor, aunque suene un poco naïf, porque el amor tiene puntos naïf, no hay por qué olvidarlo.

-Ustedes, tanto en Facto Delafé y las Flores Azules, como los otros proyectos anteriores o paralelos proceden del mundo indie. Ahora han sacado la cabeza un poco más allá. ¿Se ven en algún lugar en particular o desubicados?

– Estamos en un momento en el que vivimos de la música, algo que es muy complicado hoy en día. Por otra parte, me siento muy afortunado, porque hemos hecho 100 conciertos este año y cada vez que volvemos a un sitio vemos que se ha multiplicado el público. Todo lo vivimos acordándonos mucho de la suerte que tenemos, porque creo que eso no pasa cada día, poder tener una conexión así con un grupo. Ha influenciado la suerte de ser anuncio del Corte Ingles, pero tambien ha sido de picar piedra de ir tocand y tocando. No me siento desubicado, lo que me siento es afortunado.

– Han dado con un sonido que, al menos en España, no estaba explorado. Simplificando, se podría definir como una mezcla de rap con el indie-pop. ¿Cuándo de ello hay de dejarse llevar y cuando hay de meditación previa?

-[Se lo piensa] Marc siempre ha querido hacer una especie de The Ronettes, pero con un toque pop y a mí esa idea me encantaba. Yo tuve la fuerza de acercarme a la música negra impulsado por muchos grupos de rap que dicen eso de “Do you thing”, que se dice mucho en inglés. Me acerqué al micro tal y como me lo decían los artistas de rap, pero no el rap MTV, sino un rap mucho más undergound. Nosotros lo hicimos todo en plan naïf, ensayando por las tardes después del curro, en casa de uno, sin micro ni nada, intentando mezclar. Eso supongo que pasa cuando te gusta tanto Public Enemy como Yo La Tengo. Entonces tiene que pasar algo así.

-A medida que va pasando la trayectoria del grupo pasan de salas pequeñas a escenarios más grandes. ¿Pierden esa cercanía en directo?

-Es muy diferente un concierto en el que tienes a la gente ahí, casi tocándote. El concierto garagero es muy chulo, no suena tan bien, pero eso de tener la gente con las manos apoyadas en el escenario es algo que a mí me encanta. A Elena y Marc les gusta más el espacio, que se oiga mejor, que los monitores sean buenos. A mí me gusta esa relación de sala de 150 personas y que haga calor, si hace calor mejor. Cuando un escenario mide más de dos metros de altura y tenemos al público a más de tres metros de distancia, a veces cuesta mucho más recibir el calor.

-Su éxito ya ha provocado algún que otro recelo, alguna crítica más elevada de tono que otra. ¿Ustedes lo perciben?

-Yo percibo una rabia hacia el hecho de que nos vayan bien las cosas. Si no nos fuesen bien eso no existiría. Leí la editorial del Rockdelux [se refiere el número de octubre del 2008] y me quedé flipando con Santi Carrillo, sinceramente. Yo, de alguna manera, he crecido con Rockdelux y me cuesta un poco el comprender ciertas actitudes. No las entiendo, me parecen demasiado gratuitas. Entonces, cuando una cosa me parece tan gratuita me hace desprestigiar a esa persona más que nada. El “Dale gas” nuestro podría ser perfectamente el “Give it to me”, que hay grupos que se hartan de decirlo hasta la saciedad y no sé, hacer mofa de eso no me parece moralmente ni éticamente aceptable. Si hay más argumentación lo entiendo, pero así no. Pero, aparte, este artículo empieza hablando de Thom Yorke, luego sigue con Amy Winehouse, para seguir con el “dale gas” que dices “Este tío ¿chochea o qué?”. Pero bueno, en el fondo es promo y nos viene bien que se hable de nosotros.

El encantador videoclip de La Fuerza

-¿Sucede en la música como en el cine, en el sentido de que hacer algo con espíritu positivo y ligero siempre esté peor visto que hacer algo triste y con aire de solemnidad que es lo que, en teoría, persigue el público indie? ¿Puede que hay un poco de eso en el que hecho de que choque tanto su música?

-Puede ser. A mí me encanta mucha música triste, eh. Yo a Nacho Vegas, por ejemplo, le tengo un respeto impresionante, y Corcobado también me gusta mucho, así en plan nacional. Luego internacional Nick Drake me alucina o los Tindersticks. Pero sí, siempre parece que la oscuridad vence a la luz a nivel de prestigio, pero también hay algo de snobismo en ello porque a ver cuánta gente vio las pelis de Von Trier y a ver cuánta vio a Amelie. Nosotros hemos optado por crear unos unos personajes positivos, hacer un show vitalista y nos ha ido bien. La verdad es que hay mucha gente que está a gusto con esto.

-Esos personajes se pueden incluso visualizar escuchando las canciones. Quizá tenga en ello influencia la portada, pero da la sensación de que lo suyo es una especia de canto a la cotidianeidad, edulcorado y hecho en dibujos animados.

-Buff, yo es que hace mucho que no escucho nuestras canciones. Nuestra música es muy visual, eso sí. Hay mucha gente que hace sus propios videos con las canciones de Facto Delafé. En mi caso yo soy muy fotográfico a la hora de escribir, me imagino una situación y pienso en todo lo que está pasando alrededor, porque necesito de alguna manera rellenar la historia. Y, luego, la música es un poco una terapia para mi propia tristeza. Las letras las escribo para mí y, luego, para Elena y para Marc. He querido invertir mi tiempo en crear algo constructivo, en vez de hacer algo destructivo.

-Habla de auto terapia. La música de Facto Delafé y las Florez Azules, pese a tener ese sentido muy positivo, lo cierto es que transmiten una primera impresión muy melancólica. Para llegar a ese punto de vitalidad hay que sumergirse un poco. ¿Lo ven ustedes así?

-Sí, yo creo que el sentido positivo lo pillas mucho cuando vas a un directo nuestro. Mucha gente nos dice: «Es que en disco me relaja, pero en directo me pone las pilas». Yo ahora tengo mucho más la perspectiva del directo, porque el disco no lo escucho desde el día que salió. Con las mezclas, la masterización y todo terminé hasta las narices de él. No lo recuerdo, para mí es el directo. Yo lo siento como una tralla máxima, el disco no es cañero, es más música ligera.

-Después de estar tanto tiempo tocando en directo, envuelto dentro de ese calor, es probable que todo ello se refleje en sus nuevas composiciones. ¿Tienen ya algún material compuesto?

-Pues no, no tenemos nada. No sabemos por dónde tirar. Estamos en un momento de bypass y no podemos seguir en la misma línea, o al menos no deberíamos.

-O sea, que va a haber algo de revolución en el grupo.

-Yo creo que debería haberla. No creo que va a ser más tranquilo que este. Cuando más tocas más ganas tienes de hacer música y aquello se vuelve una locura. La intuición me dice que será un disco más movido.