La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
Seleccionar página

nouvelle-cuisine.jpg

“Ahora ya no sabes ni siquiera quién eres, eres diferente al resto de la gente “. “A las ocho te quiero ver ¿Qué has quedado y ya no sales? Lo olvidé”. “No, no me gusta la idea: que somos chavales de treinta y, que sí, que no hay vergüenza; tenemos de todo y nos cuesta decidir”. Las precedentes son líneas cazadas al vuelvo de tres de los doce temas que conforman el segundo álbum de los coruñeses Nouvelle Cuisine, De memoria. En todas ellas habita el sentimiento agridulce tan típico de cierto indie-pop de estirpe ochentena que, salpimentado con alguna que otra broma privada, deja entrever ese estado emocional intermedio en el que la plenitud jamás llega. Aquí no hay arrebato, ni estallidos: o se está medio triste, o se está medio feliz inmerso en esa nube de humo de adultos forzosos que aceptan a regañadientes que la adolescencia ha finalizado hace tiempo.

Las canciones de De Memoria hablan de querer salir de copas, tras estar todo el día convenciéndote de que no te apetece, a golpe de Belle & Sebastian. De finalmente salir y esperar a que te miren o que entiendan tus miradas, fluyendo entre la ligera euforia del alcohol y las canciones de Teenage Fanclub. Y, al final, con el bajón, sentirte un poco culpable de todo sin saber muy bien el porqué, terminando a los brazos de Trembling Blue Stars. Se supone que no tiene mucho sentido seguir a los treinta comportándose como si tuvieras veinte, pero menos aún lo tiene dejarte llevar por esa corriente treinteañeril que ves a tu alrededor en la que no paras de coleccionar los sinsentidos de la, ejem, normalidad. Por ello la música como ese lugar en el que sentirse agusto sin imposturas se revela -en el Ipod, en la trinchera del hogar o en el 14! cada fin de semana- como algo tan, pero tan necesario. (Suspiro).

Para dar fe de ello, el cuarteto ha jugado con diferentes bazas. Por un lado tenemos Abc, una emotiva pieza a piano recordatoria del I´m Only Dreaming de los Small Faces. Luego, Sintonia 08, que se hace hueco entre el pop con barniz sintético al estilo de Stars con un resultado fascinante. También, cómo no, Comunicación no verbal, que apela al pop inmediato de Los Planetas con suplemento de filigrana naïf. Son los tres vértices iniciales de un disco que, a medida que avanza, dibuja nuevas formas: del baño psicodélico de Todas mis canciones al sesentero de El imperio roto, pasando por la planicie acústica de oda a la indecisión de la tarde de sábado titulada A las cuatro de la tarde. No se debería dejar al margen Ropa limpia, que se regodea irónica sobre la vida conyugal y el reparto de tareas, y, de un modo muy espcial, Zen una emocionante muestra de pop con nervio revitalizante a lo primeros Teenage Fanclub en el que -¡vaya!- encuentran la receta para todos los males: “Solo deberás serme fiel, ya verás que es mucho mejor, es mucho mejor”.

Y es que al final, a los treinta y pico, como a los diecialgo o los veintitantos, siempre se persigue lo mismo: una alma gemela con la que compartir todo ese abanico de emociones variables como las que aquí se reúnen. Doce canciones que, tras una primera edición nada ortodoxa, han logrado por fin ver la luz de modo “normal” con un diseño de Guillermo Airas. No hace sino darle un precioso envoltorio a un trabajo que realmente merece la pena.

El dísco se puede escuchar íntegro aquí y adquirilo acullá