La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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El concierto de Dylan gustó. Eso es lo que se puede deducir cuando los viajeros retornan al autobús. (Voz masculina) ”Estuvo tremendo, la verdad es que estuvo muy inspirado”. (Voz femenina) “Bueno, a veces se pasa demasiado, debería hacer algunos temas un poco más cortos”. (Voz masculina) “No tocó ninguna de las que conoce Tello” [risas]. (Voz femenina) “Buff, no me arrepiento para nada de haber venido. Guárdame las fotos”. Estamos en el burbujeo post-concierto, ese estado en el que cada uno elige su momento, el instante en el que fue acariciado por un escalofrío, y decide compartirlo con los demás. Uno parece ganar por goleada. (Voz femenina) “Lo de Like a Rolling Stone fue impresionante, se me puso la piel de gallina, solo por eso mereció la pena haber venido”.

Tomi, el organizador de la ruta, también se muestra satisfecho. No solo porque no haya perdido dinero o le haya encantado el directo (“Cuando arrancó con Leopard-Skin Pill-Box Hat, ya me dije que todo iba a salir bien”). Confiesa que un grupo de chicas jóvenes del bus, que apenas pasan de los 18 años, no habrían podido venir si no fuera por el viaje y que eso le reconforta. Pero falta un viajero. Se trata de Andreas, el danés. Lo llaman al móvil y el hombre responde que se queda en Vigo de fiesta con buen rollito recargado tras el concierto. Así que entre camisetas de Dylan, opiniones de Dylan y sensaciones producidas por Dylan, se emprende la vuelta a casa.

Si a la ida la falta de material musical se suplía a golpe de politono, a la vuelta lo registrado en las cámaras de fotos y los móviles toman la voz cantante. Y es que Dylan no lo logró. La obsesión por evitar ser filmado o grabado (no permitió ni que los medios de prensa pudieran tomar imágenes) no es nueva en él. En el 93, en el Concierto de los Mil Años en A Coruña, también hubo problemas al respecto y en esta ocasión prohibió todo tipo de filmaciones. Durante el concierto, incluso, varios miembros de seguridad del Ifevi se dedicaron a requisar cámaras. De nada sirvió. En el bus, quien más quien menos, tenía un pedazo del evento guardado en una memoria digital… y sentimental

Resulta tremendamente novedoso para quien supera los 25 años eso de terminar un directo y, a la media hora, poder recrear desde un teléfono las imágenes y el sonido. En el autobús se veían y se dejaban ver, pero al pasar el peaje de la autopista sorpresa: ¡Un control de la Guardia Civil!. (Voz masculina) “!Guardad los móviles y las cámaras, que Dylan ha llamado a la Guardia Civil!”, se bromeaba. Al final, los agentes no paran el bus. (La misma voz masculina) Pues menos mal que no venimos de ver a Manu Chao que si no…”.

Pasada la euforia, el bus se va silenciando poco a poco. Ojos cerrados, cabezas ladeadas, parejas abrazadas. Algunos reponiendo fuerzas para el día siguiente. Eduardo Herrero, erudito en la materia y replicante suyo en la banda The Highlights, afirma que es la décima vez que lo veía en directo. “Está en forma, dio la talla”, sostiene este fan que considera la actuación en Santiago de 1999 como la mejor de las que pudo ver. Además, comenta que el concierto vigués tuvo algo muy especial que la mayoría desconocen: “Tocó un tema, Handy Dandy del disco Under The Red Sky que nunca tocó en directo, fue todo un regalo”. Lo afirmación se acredita en base a los 300 piratas que posee. De los diez conciertos presenciados, se sumará uno más. Al día siguiente él y su grupo de amigos parten a Ávila para tener otra estampa más en el álbum.

“A mí déjame al final de Simón Bolivar”. “Yo si puedo en la casa del Mar”. Llegada a la ciudad. Cada cual indica la dirección y, poco a poco, se deshace la atmósfera. Esa que convierte los días como este en algo especial, esa que deja su aroma ahí instalado y muchos se llevaron a la cama. Hasta que al día siguiente, el despertador, un teléfono o la aspiradora del vecino te devuelvan poco a poco a la realidad, desdibujando la sonrisa tonta.

Eso sí, todos sabemos quién sonó en los ipods de camino al trabajo.