Se dice que el periodista es un ser vanidoso por naturaleza. También se suele añadir que, como los sueldos son bajos, parte del salario hay que cobrarlo con esa vanidad, que no paga las facturas pero sí alimenta el ego, algo incluso más importante en muchos casos. En el caso del periodista o crítico musical todo ello aumenta. Su labor es de las últimas dentro del periodismo profesional, muchas veces no se le toma en serio o se considera algo menor (aún existen diarios incapaces de considerar la música pop como digna de entrar en las páginas de cultura) y no existen, por lo general, personas especializadas para ello. Luego está la prensa específicamente musical, pero esa es otra triste historia… llena de facturas pendientes de cobro.
Quizá sea por ello que la vanidad adquiera aquí su máximo relieve y sea frecuente toparse con actitudes exhibicionistas que, como lector, no dejan de chirriar. Todos hemos pecado lo suyo de ello, consciente o inconscientemente, pero ¿No les irrita a ustedes el ver a un plumilla que si tiene 15 influencias para un grupo no cite diez? ¿Y el que te cuenta que al grupo que entrevista ya lo vio el en una sala con cinco personas hace 15 años en la anterior banda del cantante, sin que ello importe lo más mínimo? ¿Y el que se refiere en las preguntas de una entrevista al single en vinilo de edición limitada que compró en Inglaterra para hablar de una cara b que no le interesa a nadie? ¿Y el que detectó un verso que homenajea a un libro y reproduce la pregunta, aunque el artista solo haya contestado «sí»? ¿Y que me dicen del típico entrevistador que se dedica a “cazar” al artista para decirle “sé mil veces más que tú”?
Todo ello puede que esté muy bien en un pub tomando algo, pero no en la letra impresa donde el protagonista debería ser el músico y su obra, no las experiencias personales que, salvo excepciones, no le interesan a nadie más que a la vanidad y al ego de quien las escribe. Lo dice uno que, insisto, proviene del fanzineo del «yo, mi, me, conmigo» pecando lo suyo…
pues fíjate, yo soy muy de escribir sobre los grupos como excusa para escribir sobre mí; lo hago bastante en el blog. pero ¡ay! me escapo porque no soy periodista, ni profesional ni nada. de todas formas suelo aceptar bastante bien ese tipo de periodismo cuando se hace bien (¿hablamos de llorente?).
lo que sí veo es que en algunas ocasiones se confunde el ego con la simple ilusión por transmitir ciertas cosas. ¿no puede ser que cuando alguien dice que vio a tal o cual grupo hace años lo haga más por la necesidad de recordar algo que le emocionó que por dárselas de guay? lo mismo es que soy muy inocente a veces.
Es un tema diferente. Una cosa es hacer una suerte de periodismo o crítica musical más o menos literaria donde la primera persona es un recurso (Jesús Llorente, David S. Mordoh o Ignacio Julia, por ejemplo son de lo mejor que hay en España y lo hacen muy a menudo) y otra cosa es el exhibicionismo por la cara de quien desea que se sepa lo erudito y enrollado que es con esta actitud de “yo conocía todo esto antes que nadie» (es fácil detectarlo, en la segunda parte si quitas esas citas y menciones se suele quedar en nada)
El otro día veía una película (bastante mala por cierto, así que no digo cuál era) pero decían algo muy cierto: cuando el periodista se convierte en la noticia, mal asunto. Siempre.
Estoy totalmente de acuerdo contigo en lo referido a la vanidad en los periodistas. Por lo que me toca, jamás he visto personas más egocéntricas en su trabajo. No sé si en otras profesiones pasará lo mismo. De todo habrá en el mundo. Periodistas que se creen periodistas, y que no son más que tituladores o plumillas, o cámaras de la tele que se creen megadirectores, y te dan lecciones de «Premiere» o de otro puñetero programa en cuanto te interesas un poco por su trabajo. Eres un cámara, un simple cámara, y punto.
Yo soy de los que piensa que el verdadero artista (el verdadero periodista), no va de nada. No pierde el tiempo vendiendo en pafetos su obra, ni sus premios, sino que hace silenciosamente su trabajo y lo muestra al mundo sin pudor. Sin pretender ser nada más que eso, un señor o señora que da su visión de la vida. Que hace su trabajo.
Escribir de música es muy gratificante, pero es también muy difícil. Cuesta mucho no implicarse y saber diferenciar estilos a la hora de ponerse delante del teclado. Ponerse con una crítica de un disco me requiere, primero, valentía, segundo, paciencia y tercero, inspiración. De hecho, creo que nunca he sido capaz de «bordar» una crítica. Vuelvo sobre ellas en un afán perfeccionista que ha renacido en mí en los últimos años y que espero tenga sus frutos espirituales.
Muchas veces, cuando las estoy escribiendo, me da la impresión de que no tengo ni idea. Que me falta tener muchas más escuchas de todo tipo de música. Que tengo la necesidad de poner referencias, influencias, estilos… Al final, me quedo con lo que la música me transmite, y trato de expresarlo de la manera más correcta y original. Luego, si lees algo «técnicamente bueno» por ahí… pues te sientes un poco un «mindundi». Pero, nadie nace aprendido. Hay que lanzarse. Mojarse un poco. De los errores se aprende mucho.
Si tuviese que que hacer un crítica del «Super8», posiblemente se me iría la escritura hacia todo lo que implicó personalmente ese disco, conciertos, vivencias. Alejarse de esas tendencias es algo que me resulta complicado. O si me apasionan los discos de Sigur Ros es difícil que no diga algo categórico. Del estilo, «una de las bandas más importantes del siglo XXI». Aunque este tipo de expresiones son muy propias del que siente pasión por la música.
Recientemente escribí un crítica en borrador sobre las actuaciones del Festival do Norte. En ella ponía a caer de un burro a Hidrogenesse. Era un texto bastante mordaz (de gel para arriba). Se lo di a leer a un amigo antes de publicarlo. Me dijo que no todo podía ser tan blanco ni tan negro. Me envió un par de videos de este par de fenómenos y me dijo que tenía que ver en su contexto lo que hacía este grupo. Decidí cambiar el tonito del texto porque, al fin y al cabo, su estilo de música me puede gustar o no, pero tengo que respetarlos porque tienen el valor de subirse a un escenario y decir las cosas, eso sí, de un modo distinto a como a mi me gustaría que me las contasen. Lo reconozco, no me va esa onda irónica de la música. Pero sí es cierto, que su propuesta es original. No por eso les puedo faltar al respeto amparado en la inspiración de un texto «chuliguay». No obstante, sigo pensando que su concierto fue casi horrible.
A escribir se aprende. Y para hacerlo, creo humildemente y sin ánimo de dar lecciones de nada, que hay que hacer eso, escribir mucho, y sobre todo, leer más. Requiere ser metódico en las dinámicas de trabajo, ser riguroso. Estos días no me quito de la cabeza una referencia errónea que puse en un texto de Drake. Afirmo que Vegas «versioneó» magistralmente la versión de Bryter Layter «Fly», con su «Brujita» (¡toma ya!). Eso pasa por ir de listillo y meterse a hablar de un gigante que me está empezando a cautivar precisamente ahora. En todo caso, «Noches de verano en la casa gris», tiene una melodía similar (creo). Esa referencia sobraba. Seguramente haya alguna versión más destacable de algún autor que no conozco. Se puede decir que la ignorancia es sabia, y que también es sabio reconocer tu ignorancia. Nunca está de más para bajar a la tierra.
Saludossss
Este post era necesario que alguien lo escribiese ya. Suscribo todo al 100% y entono, yo también, el mea culpa.
¿Y dice esto quien escribe de grupos porque son sus amigos y que son buena gente? (…)
Pues yo digo sí a la mayoría de las cosas que escribes, pero estoy con Manolo (y con tu comentario posterior). Prefiero mil veces un crítico musical al que se le note que lleva el disco o el grupo hasta en la última de sus gotas de sangre a uno limpio, correcto y, finalmente, insulso. Y éstos abundan cada vez más. De hecho, pasa que gente a la que ves escribir en blogs a pecho descubierto, luego en los medios trabajan como si les hubiesen puesto una pistola al cuello (no es el caso, por si hay malpensados).
Luego está el tema del crítico sabihondo, al que se le nota a la legua que hay referencias que que tiene que citar sí o sí. En principio, a ése enseguida se le pilla. Tampoco doy nombres, porque no me gusta señalar. Además, cada uno tendrá los suyos.
En general, como doy por supuesto que cada crítico se va haciendo más «culto» a medida que escucha música, puedo perdonar lo que se ve que son pecados de juventud si están escritos con entusiasmo y vigor. Lo que me molesta es esa necesidad de quedar por encima de los demás. Pero eso me molesta con la música y con cualquier otra cosa. Será que no soy nada competitivo.
La pregunta mítica con respuesta monosilábica es uno de los mayores ridículos que podemos hacer como periodistas musicales. Pero también es cierto que hay muchos artistas que te ponen muy difícil sacar algo más allá del sí, no, quizás.
Sí a Llorente, a Julia y a Mordoh, entre otros. También a Becerra, coñe.
La entrevista de Miguel Martínez a Jeff Tweedy en Rockdelux me parece una de las cosas más vergonzosas que he leido jamás
Creo que estamos perdiendo un poco la perspectiva, ¿no? Una cosa es personalizar un discurso o «identificarse» con una obra en concreto… y otra muy distinta, divagar sobre uno mismo al más puro estilo pajillero.
Estoy de acuerdo en que la subjetividad y el exceso de emoción puede ejercer un peso en contra del valor crítico de una reseña; pero sigue siendo preferible al simple vómito de datos y las elucubraciones «sen xeito».
El otro día hablaba con Estabiel sobre el empeño de imitar el modelo anglosajón (léase, la revista «Wire») por parte de cierta crítica especializada; por intelectualizar e ir siempre a la última, incluso por delante -e incluso, a costa- de los propios artistas.
Una pena, oye. Igual que lo que muchos confunden con falta de rigor o venderse al capital… y que no debe confundirse con lo que se denomina como «línea editorial». ¿O sí?
Por cierto, Harlan; en cuanto a lo de Jeff Tweedy, tiene usted más razón que un santo.