La Voz de Galicia
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El aforismo: «se distrae con una mosca», es una buena pregunta trampa. La respuesta afirmativa denota falta de capacidad de atención, pero la negativa es un imposible. Es mentira porque no hay nada que distraiga más que una mosca.

Lo pensaba sufriendo la presencia de una mosca cargante y vivaracha durante toda la tarde. No milito en los abajo firmantes de su extinción pero hay demasiadas moscas, bilocadas, ubicuas y demasiado armadas. Ya no hablo de su responsabilidad directa en una de las plagas de Egipto, sino del desagradable zumbido, su exasperante guerra de cosquillas y lo feas que son.

Las moscas son una de las cosas que nos recuerdan que no podemos separarnos del entorno natural por mucho que nos desarrollemos. El arma más eficaz para combatirlas pese a todos los avances científicos sigue siendo una pala de plástico de los chinos. La pala permite una lucha cuerpo a cuerpo más vengativa, es una caza más que una guerra. Esa tarde fracasé en todas las estrategias de combate y tuve que recurrir a la guerra química: fumigación de gas mostaza para moscas que acabó con ella y casi conmigo. Prefiero rendirme.

Hay más cosas que nos interpelan en el entorno natural del que hemos desertado. Todos los años con la llegada los primeros fríos empieza la letanía de calamidades producidas por la lluvia, la nieve o los vientos.

Fenómenos meteorológicos del planeta que habitamos que se llevan muy mal con el mundo de pantallas prepotentes y artilugios electrónicos que dan confort pero no supervivencia. Apuesto la daga a que la inmensa mayoría del grupo etáreo de los cuarenta para abajo no durarían una semana aislados en cualquiera de las muchas  aldeas pérdidas que salpimientan nuestras montañas; de los que habitan más tiempo en internet, ninguno.

Esta es la verdad que dejaba traslucir la sonrisa guasona de una anciana entrevistada en la tele  pegada a una bilbaína, con una pota de caldo en el fuego y una vela  de vela – nada de diseño ni aromática- iluminando la diminuta estancia.

La cara alarmante y sensacionalista del reportero preguntando cómo se las arreglaba sin luz y sin poder salir de casa, chocaba con la de la anciana contestando: » muy bien, no nos falta de nada, tenemos de todo para pasar el invierno : leña, velas, fuego, huevos, aceite, café…» Y  la cabeza del Tribulete pensaba: ¿ sin internet, sin wifi ni cobertura, sin coche y sin ordenador…? Imposible.

Algunos se creen que no son de este mundo y redundan en la osadía de salir a pescar con temporal o escalar con ventisca; otros tienen una vivienda domótica, pero sin velas en casa, ni pala matamoscas.

Están perdidos.